“Traigo un nudo en la garganta. Creo que encontré a mi hijo Marco en la búsqueda de hoy. Reconozco su dentadura y forma de cráneo. Siento que me derrumbo”. El 15 de mayo pasado Cecilia Flores -presidenta del colectivo Madres Buscadoras de Sonora- publicaba ese mensaje desgarrador en sus redes sociales. Un día después, organismos oficiales de México confirmaban que las personas desaparecidas en ese país superaban la cifra de 100 mil. Horas más tarde, la Fiscalía a cargo de la búsqueda constataba que los huesos encontrados no correspondían a los del hijo de la referente, que debía empezar otra vez de cero en el intento por hallar a algunos de los dos que tiene sin localizar.
Su vida es ese loop eterno. Se levanta cada mañana, se hace un café, carga nafta y pasa a buscar a las compañeras que ese día la van a acompañar a rastrillar las zonas en la que una fuente anónima dice que puede haber cuerpos. Si tienen la suerte de localizar alguno (a menudo sucede), llaman a las autoridades correspondientes para que los levanten. Si la búsqueda no es positiva, dejan el lugar preparado para seguir otro día, a menos que ya hayan revisado todo el perímetro.
La suya fue una tragedia a cuentagotas: el 30 de octubre de 2015 le desaparecieron a Alejandro Guadalupe en Sinaloa y unos años más tarde, el 4 de mayo de 2019 en Sonora, a Marco Antonio y a Jesús Adrián. El último apareció con vida, pero aquel episodio la hizo dar cuenta de que necesitaría institucionalizar las búsqueda si quería encontrar a los otros dos. Todavía no tuvo éxito, pero desde entonces Madres… se volvió una de las organizaciones más relevantes dentro del abanico de las más de 70 que buscan a sus familiares en todo el país. Al día de hoy, sus dos mil buscadoras ya localizaron alrededor de 900 cuerpos en fosas clandestinas y restituyeron a cerca de 800 personas con vida.
Si bien el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas contabiliza los casos desde 1964, en México el crimen de la desaparición se acrecentó y convirtió en una crisis humanitaria a partir 2006, año en el que el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa lanzó su “guerra contra las drogas”. Según consigna la organización Quinto Elemento Lab, desde ese año y hasta mayo de 2022 las cifras de desapariciones tuvieron un incremento de 4,086%. Cada día en los que gobernó Calderón un promedio de ocho personas fueron desaparecidas, número que se duplicó con su sucesor Enrique Peña Nieto. La cosa no mejora y con Andrés Manuel López Obrador (AMLO) pegó el salto: pese al silencio oficial, hoy en México desaparecen 25 personas por día.
“El gobierno no hace nada, pero yo no me puedo detener. Ejerzo el derecho de mis hijos de ser buscados”, sentencia Flores en comunicación telefónica con Primera Línea, mientras transita otro día de búsqueda en territorio. Y aunque al principio de la entrevista afirma que no cree que haya manera de encontrarlos con vida, y pese a que todas las semanas recibe algún tipo de amenaza, hacia el final dice que igual la esperanza va a morir con ella.
– ¿Por qué desaparece gente en México?
– La mayoría de las desapariciones son por parte del cártel. Las víctimas son jóvenes a los que se les hizo fácil enredarse con ellos y que son desechados cuando ya no los necesitan o cuando tienen deudas y no pueden cumplir sus objetivos. Lamentablemente en el pleito se llevan la vida de todas nosotras, que no les debíamos nada, y que nos quedamos sin nuestros hijos, sin nuestras familias.
– ¿Y el Estado? ¿Qué hace al respecto?
– Nada. No busca porque también es cómplice del crimen organizado. El gobierno tapa toda la atrocidad que está pasando porque sus funcionarios son parte de los cárteles. En el 90% de los casos de desaparición están involucradas autoridades. Hace poco en una entrevista le preguntaron al presidente por el tema y respondió que no le cambiaran de tema, que estaba hablando de otra cosa.
– Uno de sus hijos apareció con vida, mientras que otros dos continúan desaparecidos. ¿Por qué la diferencia?
– Jesús apareció porque no le debía nada a los cárteles. Es un joven que solamente se dedica a trabajar y a su hogar. Se lo habían llevado el mismo día que a Marco Antonio, a plena luz del día, que sí lamentablemente tenía algún nexo con el cártel y le cobraron la deuda con la vida.
– ¿Cómo sabe que está sin vida?
– Por el tiempo. Mi hijo no hubiera dejado pasar una semana sin hablar conmigo, sin darme una señal de que está bien y de que no tengo que tener ninguna preocupación. El silencio de estos años me ha dado a entender que hoy ocupa una fosa clandestina, como su hermano Alejandro.
– La mayoría de las buscadoras son mujeres y madres. ¿Por qué cree que se da así?
– Primero, son muy pocos los hombres que se han atrevido a salir a buscar. Luego, porque el amor de una madre no tiene límites, es indescriptible, simplemente no podemos entender porqué amamos tanto a nuestros hijos que no podemos concebir la vida sin ellos. Los papás son más insensibles, menos apegados. Tampoco entendemos porqué.
– ¿Conocen a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, aquí en la Argentina?
– No hemos tenido contacto, pero son una referencia para nosotras. Como sucede allí, si no hubiera desaparecido Marco Antonio a los desaparecidos de Sonora no los estaría buscando nadie, y hoy yo los estoy buscando por todo el país.
– ¿A cuántos buscan aproximadamente?
– A más de nueve mil. Aunque pasa algo que es muy triste, que es que de cada cien desaparecidos, sólo diez son buscados por su familia. El resto tiene miedo, hay mucho temor a represalias por parte de los cárteles. Yo les digo a esas familias que no se rindan, que hay que luchar, que somos la única esperanza de que los nuestros vuelvan a casa. Que no se queden en el lugar de confort, que lo único que ha dado resultado es salir al monte con pico y pala. Que no sirve de nada mirar la televisión.
– En 2017 México aprobó la Ley General de Desaparición de Personas y Desaparición Cometida por Particulares con el objetivo de poner freno a esta situación. ¿Tiene alguna utilidad?
– No, no funciona. Hay fiscalías especializadas en materia de desaparición forzada pero no sirven de nada porque son simplemente escritorios que van guardando expedientes y nada más. A los responsables le sirve esta ley, porque si no hay cuerpo no hay delito, y si no hay delito no hay nada que investigar.
– ¿El Estado les da algún tipo de ayuda económica o tampoco?
– No. Nuestra tarea nos la costeamos con nuestros propios recursos y con las donaciones que recibimos de la gente a través de nuestra página. Nos apoyamos para gastos de gasolina y con lo que recibimos nos organizamos para seguir las búsquedas.
– Sacando al de AMLO, ¿algún gobierno previo sí les brindó apoyo?
– Ninguno quiso tocar el tema. Ninguno fue empático, todos fueron insensibles y burocráticos. México es un país de total impunidad.
– Hace poco pensó que había encontrado a Marco Antonio. ¿Qué sintió al saber que no?
– Mucha tristeza pero de alguna manera también mucha esperanza. Aunque el tiempo me de a entender que no, la añoranza mínima de que un día vuelva a casa es lo que me permite seguir de pie. Esa esperanza va a morir cuando yo muera.
– ¿Cree que seguirá buscando a otros cuando encuentre a sus hijos?
– Claro, necesito hacerlo porque no son solamente ellos los desaparecidos. Yo siempre digo que en estos años Dios me entregó a miles de hijos. Voy de Sonora a Baja California, de ahí a Ciudad de México, y de ahí iremos a cualquier parte del país a enseñar un poquito de lo que hemos aprendido en esta larga lucha de dolor.