En julio de este año se produjo la salida de Dmitry Rogozin como jefe de la corporación estatal Roscosmos a cargo de los lanzamientos del programa espacial ruso. Rogozin ya había insinuado en numerosas ocasiones que los rusos no seguirían participando de la Estación Espacial Internacional (EEI) en el futuro cercano. Sin embargo su sucesor, Yuri Borísov, ha ido un paso más allá. En una reunión con el presidente Vladimir Putin comunicó que la EEI sería efectivamente abandonada por su país “después de 2024”.
Un poco de historia
Vayamos por partes. ¿Qué quiere decir que los rusos abandonen la EEI? Este proyecto de colaboración nació hace ya más de 30 años en los álgidos días tras la desintegración del bloque soviético. Del lado de occidente había planes para construir una estación en conjunto entre las agencias espaciales estadounidense, canadiense, europea y japonesa. Del lado soviético, el objetivo era construir una estación espacial Mir 2 como sucesora de la ya longeva estación Mir.
En un sorpresivo giro, ambos proyectos se fusionaron en lo que hoy se conoce como la EEI. Sin embargo, no todo fue tan sencillo. Los módulos occidentales y rusos ya estaban en pleno proceso de construcción y por ende no era factible modificarlos para que sean 100% compatibles. Por el contrario, se tuvieron que idear y construir soluciones de compromiso que permitieran adaptar los módulos de ambas partes para poder cooperar y coexistir en el espacio.
Por ejemplo, el segmento occidental de la EEI provee de electricidad a los módulos rusos. En contraparte, el segmento ruso de la EEI provee sistemas de propulsión y maniobra que le permiten a la estación permanecer en órbita a pesar de la mínima (pero no nula) fricción que existe a 400 km de altura. En pocas palabras: sin los estadounidenses la EEI estaría a oscuras. Sin los rusos se caería al mar.
A la luz de esta interdependencia, la afirmación de que Rusia se bajaría de la EEI es efectivamente ponerle una fecha de vencimiento. Es poco viable que las agencias espaciales de occidente diseñen, prueben, construyan y lancen un sistema que les permita proveer propulsión a la EEI tan pronto. ¿Imposible? No. Pero técnicamente muy improbable.
Te aviso, te anuncio…
¿Qué significa que esto sea “después de 2024”? Pues bien, la partida podría suceder en 2025, 2026 o incluso en 2030. En definitiva, no hay una fecha prevista o al menos no se ha comunicado una fecha de manera oficial. Sin embargo, el hecho de que los rusos tengan planes concretos de retirada ya habla mucho del estado de las relaciones con occidente.
Las tensiones en el espacio entre Rusia y EE.UU. no son algo nuevo. Ya desde la Guerra de Crimea en 2014 que Moscú ha hecho declaraciones en favor de terminar su participación en la EEI. Sin embargo, es con la Guerra de Ucrania y la consecuente designación de Borisov que estas hipótesis han tomado un tono más concreto.
Mejor solos que mal acompañados
¿Y qué sigue para el plan espacial tripulado ruso? Por un lado tienen ambiciosos planes con su futura nave espacial Oryol (Águila, en ruso). Una poderosa y moderna cápsula tripulada que remplazará a la añosa Soyuz, cuyas variantes y antecesoras se remontan a la época de Yuri Gagarin. Originalmente concebida para volar a la Luna, se estima que una Oryol simplificada será el nuevo caballito de batalla a la hora de llevar cosmonautas al espacio. La nave aún está en desarrollo y será lanzada encima de un cohete Angara, el cual aún no se encuentra operativo.
Tras abandonar la EEI, Rusia enfocarán sus esfuerzos en construir su propia estación espacial, la Rossískaia Orbitálnaia Sluzhébnaia Stantsia (ROSS), estación espacial rusa de servicio. Este ambicioso proyecto ya ha sido insinuado y presentado en varias ocasiones a lo largo de la última década, pero ahora se lo menciona con más fuerza que nunca.
Los módulos principales de la ROSS aún están en distintas etapas de diseño y/o construcción, uno de ellos habiendo sido originalmente pensado para le EEI pero luego reasignado a la estación soberana. La comunidad internacional ha puesto en duda la capacidad rusa de ejecutar una estación espacial 100% propia debido a las enormes dificultades que tuvo con el módulo Nauka de la EEI, el cual sufrió retrasos de varias décadas y varios desperfectos durante su puesta en marcha. En la perspectiva occidental, los rusos ya no tienen el poderío espacial de sus antepasados soviéticos, pioneros en esto de construir estaciones orbitales.
Con esto en mente, se estima que tardarán una importante cantidad de años e incluso décadas en tener una estación espacial que les garantice una presencia contínua en el espacio como sí tienen hoy.
Volar, ¿pero a dónde?
En todo caso, es muy probable que los rusos pasen un tiempo sin tener un destino al que volar. La EEI, o lo que quede de ella, les estará vedada. La posibilidad de colaborar con alguna estación espacial privada norteamericana (hay varias propuestas en danza) es, en el contexto geopolítico actual, simplemente descabellada.
¿Colaboración con China? Es posible, aunque no tan sencillo. Es que la estación espacial china, ya operativa y con ambiciosos planes, no es una opción para lanzamientos rusos. Las órbitas en la que se encuentra hace que no se pueda acceder desde territorio ruso o kazajo. Quizás existe la chance de alguna colaboración con compra de asientos que vea a un cosmonauta visitando la estación Tiangong pero volando desde suelo chino.
En cualquier caso, los rusos están planteando una arriesgada apuesta: dar un paso para atrás para eventualmente dar un gran salto hacia adelante y sin tantos “molestos” socios. Si les saldrá o no, es algo que sabremos en unos años.