Política Oct 8, 2022

Una nueva esperanza para el Tronador

La agencia espacial argentina y la empresa pública VENG firmaron un convenio para la continuación y fortalecimiento del programa de lanzadores espaciales.

Hace mucho tiempo en una galaxia muy muy cercana, la Argentina era una potencia mundial en cuanto a cohetería. Los programas espaciales argentinos en las décadas de 1960 y 1970 eran de punta, logrando hitos a nivel regional e internacional. Fuimos el cuarto país en lanzar un simio al espacio, tras Rusia, EE.UU. y Francia. También el tercer país en lanzar un vector desde la Antártida. El avance era tal que por aquel entonces recibimos la visita de Wernher von Braun, el científico nazi devenido estadounidense quien fue ni más ni menos que el padre de los cohetes que llevaron la humanidad a la Luna.

En la década de 1980 los militares aún en el poder concibieron un misil/lanzador llamado Cóndor. Toda tecnología espacial es de uso dual: civil y militar. Esta no era la excepción y esto ponía muy incómodos a los británicos con la Guerra de Malvinas terminada hacía tan poco. Este proyecto llegó a etapas muy avanzadas de desarrollo, incluso siendo aprobado por el presidente Raúl Alfonsín para continuar en democracia. Durante la presidencia de Carlos Menem en la década de 1990, las presiones internacionales influyeron en la eventual cancelación de este ambicioso programa.

Los años siguientes fueron de lentos pero grandes avances en el terreno de la tecnología satelital soberana. La flamante Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) puso en marcha un plan para diseñar y construir satélites cada vez más complejos. Con los esperados vaivenes políticos, esta iniciativa ha tenido logros recientes como el lanzamiento del SAOCOM 1B y continúa hasta hoy en día gozando de buena salud. 

Equipo del satélite SAOCOM 1B

La segunda pata del plan de la CONAE era la de contar con capacidades propias de lanzamiento al espacio. Los costos de desarrollo de los satélites contemplan decenas de millones de dólares para el lanzamiento por parte de una agencia o empresa extranjera, tal como Arianespace o SpaceX. Este dinero puede ser mucho mejor invertido en desarrollar vehículos nacionales que despeguen desde nuestro propio país. Sin ir más lejos, la Argentina cuenta con una amplia costa atlántica que nos permite lanzar satélites y naves a una serie de órbitas útiles. 

El proyecto Tronador surge entonces como la respuesta a esta necesidad. En 1998 se creó la empresa de capitales públicos Vehículo Espacial de Nueva Generación (VENG). Sin embargo, los fondos para el comienzo del proyecto no fueron depositados hasta casi una década después, en junio de 2007. 

Los años siguientes fueron un frenesí de construcción de dos centros espaciales en la Provincia de Buenos Aires: uno en Pipinas y otro en la base Manuel Belgrano en las cercanías de Bahía Blanca. Desde el primero de ellos se llevaron a cabo tres lanzamientos de prueba de vehículos experimentales (VEx) siendo el último de ellos en 2017 y con una resonante explosión. 

La transición del kirchnerismo al neoliberalismo, y a la luz del último fallido lanzamiento de prueba, puso un deliberado fin al avance de este programa. Si bien se persistió con algunas obras en los centros espaciales y provisión de maquinaria, no se ensamblaron ni lanzaron cohetes en los últimos cinco años. 

El gobierno de Alberto Fernandez asumió con grandes promesas en materia tecnológica, en particular para el sector aeroespacial. Lamentablemente estas promesas quedaron allí sin cumplirse por los primeros dos años de su mandato. Se podría decir que la pandemia y los problemas económicos distrajeron al mandatario, pero lo cierto es que recién ahora VENG vuelve a contar con fondos para continuar con este estratégico proyecto de lanzador propio.

El pasado lunes 3 de octubre, en una calurosa tarde cordobesa en las inmediaciones de Alta Gracia, se firmó un nuevo contrato entre VENG y la CONAE. El mismo asegura la inyección de hasta 10.000 millones de pesos para la continuidad (¿y relanzamiento?) del programa Tronador.

La tecnología del lanzador se basa en combustibles líquidos. Estos son menos aplicables a tecnología militar táctica/estratégica y esto le quita argumentos a Gran Bretaña para poner obstáculos al avance nacional en cohetería. Una vez operativo, el vehículo Tronador II podrá poner cargas de hasta 750 kg en órbita tanto para la CONAE como para otros socios regionales o comerciales. 

Los próximos meses serán muy interesantes para VENG. Sin dudas la presión de cara a las elecciones del año que viene es tener algún tipo de lanzamiento de prueba exitoso en su bolsillo. Esto no sólo sería un gran hito tecnológico, sino también un gran acto de campaña y un bastión que dificultaría a un eventual gobierno de derecha cancelar la inyección de fondos a esta estratégica iniciativa de soberanía. 

Si te interesa lo que leíste y querés que contribuir a que sigamos brindando información rigurosa podés colaborar con Primera Línea con un aporte mensual.

Aportá a Primera Línea