Cultura Oct 29, 2022

Dahmer y la oscuridad humana

La serie, como el “caso” del asesino serial estadounidense generan una suerte de ambigüedad entre el interés y la repulsión. ¿De qué nos habla ese efecto? Algunos elementos (sin spopilers) para pensar sobre la complejidad humana.
Licenciada en Psicología

Antes o después de ver una película o serie de asesinos seriales nos atraviesan distintos efectos subjetivos, se abren algunas preguntas y podemos quedarnos ahí nomás, ya que a las incomodidades no siempre se las transita. Interpelada por algunos interrogantes, sale esta nota que indaga acerca de algunos tópicos tomando como analizador el caso Dahmer retratado en la serie de Netflix DAHMER – Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer, y esbozando algunas hipótesis mediante la pregunta ¿Qué y cuánto tienen que ver los asesinos seriales con nosotres? Un nosotres social, cultural, político, histórico y también subjetivo en tanto modos colectivos de procesar escenas traumáticas y siniestras, así como de construir representaciones que nos habitan y desde las cuales leemos la realidad. 

Para empezar ¿quién es Dahmer? Fue un hombre blanco estadounidense que entre 1978 y 1991 asesino a 17 hombres, en su mayoría negros o latinos luego de vincularse con ellos sexoafectivamente. En general los seducía, los dormía y los mataba. Luego descuartizaba sus cuerpos y en varias ocasiones practicó canibalismo y necrofilia. Se trata del protagonista de una historia real y siniestra que genera perplejidad, que está basada en el horror y a su vez en la violencia extrema con un entramado situado, de contexto, en EE.UU. de fines de los ‘70. 

No se trata de empatías posibles. La serie co-creada por Ryan Murphy e Ian Brennan aporta una mirada desde el punto de vista de las víctimas de Dahmer pero también invita a recorrer una cartografía que conjuga discursos (psicológicos, legales, sociológicos, religiosos) y perspectivas. Las perspectivas de género, de clase y raza se articulan en esta historia haciendo posible leerla con otros elementos, sin caer en espectacularizaciones o morbosidades. 

Sospecha del monstruo

Dahmer no es un monstruo, en este sentido el rótulo del título hace una descripción inadecuada, porque Dahmer es enteramente humano, y lamentablemente un ejemplo (aberrante si los hay) de esa complejidad humana que es tan real y posiblemente cercana como para desear evitar. Además, no es una serie de terror donde el personaje pueda tener elementos de la fantasía expresadas en ciencia ficción, es una serie basada en un caso real, incluso con ribetes de documental. Que lo siniestro del asunto se nos vuelva monstruoso es otra cosa, pero esto no dota al protagonista de ese mote.

Al mismo tiempo en los debates acerca de las causas, cortocircuitan discursos explicativos sin demasiada solución. Tal vez porque la “solución” no exista, pero en tren de despejar supuestos es clave considerar que no estamos frente a fenómenos que la biología pueda explicar. Queda al desnudo esa inutilidad de un discurso posible basado en factores innatos o neurológicos para explicar lo que parece inexplicable desde la razón. En primer lugar, porque no hay evidencia alguna al respecto y luego porque amerita indagar mucho más en variables con otra complejidad, que las que el estudio del cerebro de Dahmer en busca de anomalías nos puedan dar. 

La teoría del monstruo se desactiva en la propia serie y en la realidad, o queda en suspenso a merced de las hipótesis psicopáticas o análisis de la psiquiatría y la psicología intentando encontrar elementos para responder ¿por qué hizo lo que hizo? ¿por qué lo hacía? 

https://www.youtube.com/watch?v=XGTrtPATyPs

Existen muchos estudios interesantes y enorme cantidad de material aportado desde estas disciplinas y también desde la criminología, la psicología forense entre otras en función de los perfiles, características y patrones de los asesinos seriales. La clave en la lectura de estos elementos está en no desconectarlos de una realidad en contexto, más allá de la propia realidad psíquica de la persona. 

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) en su último Estudio mundial sobre el homicidio, el mismo sigue siendo un fenómeno mayormente masculino. Los hombres cometen alrededor del 90% de todos los homicidios registrados en el mundo. Este sesgo de género tiene que abrir interrogantes más profundos acerca de la cultura y la sociedad en la experiencia de formación humana y en la propia existencia. 

Cuando habla de la pedagogía de la crueldad, Rita Segato hace referencia a cuanto la masculinidad está más disponible para la crueldad porque la socialización y entrenamiento para la vida del sujeto lo obliga a desarrollar condiciones entre la masculinidad y la guerra, masculinidad y crueldad, masculinidad y distanciamiento,  masculinidad y baja empatía, etc.

Es entonces cuando volvemos a que no son monstruos, sino hombres de carne y hueso que más allá de su particular estructura psíquica, poseen una posición de privilegio en la sociedad. En Dahmer además hay una puesta en juego de la condición androcéntrica (el varón blanco, como medida de todas las cosas) y queda en evidencia cuanto posible dueño de las vidas es él, porque detenta el poder de quitarlas o conservarlas, solo un impulso o una decisión determina ese destino.

Nudos de sexualidad y familia

Es clave el lugar de la sexualidad en toda la trama, tan contundentemente construida en lo humano que es imposible no ver. Más allá de los debates sobre los perfiles psicológicos, en la historia de Dahmer desde su infancia convive con el miedo al abandono, es un niño (como miles de niñes) sin atención familiar y que intenta escapar a esa fragilidad entreteniéndose disecando animales muertos (como le enseño su padre prestándole particular atención en esos momentos). Ya en su pubertad la serie sugiere un Dahmer que se siente atraído por otros chicos, y es rechazado, continuando con esa suerte en su adolescencia. Antes de ser un asesino, la historia ofrece un retrato con múltiples elementos de represión sexual, pero también búsquedas fálicas que promueven los propios consumos culturales. 

Ahora bien, ¿es correcto asociar estos factores directamente con la posterior violencia extrema, la necrofilia y el canibalismo? La historicidad en la vida de una persona, su constitución psíquica trae elementos que, si bien son constitutivos del sujeto, ¿hasta qué punto lo determinan? Barraco Marmol y Gervasio Hugo enfatizan en Asesinos seriales – una mirada psicoanalítica en el siguiente punto: “Infancias violentas, padres que maltratan a sus hijos, abusos, degradación, no alojarlos en un deseo, no son por sí factores suficientes para el desarrollo de un asesino, puesto que hay una decisión insondable del sujeto. Y que depende la estructura, el efecto que estos tratos tendrán”. 

Es notorio como o cuanto de la puesta en escena de esa sexualidad expresa dos polos que parecen opuestos e irreconciliables, entre la vulnerabilidad emocional y la violencia extrema con rituales sádicos que responden a un modo determinado y horrible de satisfacción pulsional.  

En el plano familiar indudablemente hay múltiples nudos y es el rol del padre el que aparece destacado en la serie. Responsabilidades cruzadas, negaciones, culpa e incomprensión. La interpelación es profunda y el trastocamiento, la perplejidad de la escena familiar recurre en la serie desde el punto de vista del padre de Dahmer, así como también en las vidas devastadas de las (principalmente) madres, padres y hermanas, de las víctimas. Entre la angustia y tal vez lo ominoso, como algo en la narración de la serie que se presenta en tanto lo espeluznante, horroroso, lo siniestro que sale a la luz y es realmente muy difícil de procesar. 

Crímenes en comunidad

El rol o el lugar de la comunidad, en su complejidad también, están cuidadosamente abordados en varios capítulos, sobre todo en los últimos. Ahí una persona clave es Glenda Cleveland la vecina de Dahmer en Milwaukee quien, viviendo en el departamento contiguo, numerosas veces llamo a la policía alertando sobre extraños ruidos, olor a carne podrida, e incluso sobre un niño de 14 años con el que JD estaba y posteriormente mató luego de persuadir a la policía, que eligió creerle antes que a Glenda. Esta mujer representa a la comunidad negra en la serie y en ella su valor, su valentía y la incansable lucha a pesar de no ser escuchada. 

En el pasar del tiempo es posible ver que hubo respuestas institucionales contradictorias entre sí. Luego de la condena de Dahmer, llegará para Glenda un reconocimiento en su rol como ciudadana, pero al mismo tiempo una condecoración a los policías que negaron su palabra cuando ella advertía sobre su vecino. Ambas y contrapuestas versiones de esta historia son “premiadas” sin mirarse una a la otra.   Estas respuestas pueden convivir porque hay quienes eligen no mirar o porque esa realidad les es insoportable. Una realidad que enrostra que no hay “gran América“ en el No sueño: sino el horror Americano. 

Los inocentes son totalmente inocentes y el culpable es enteramente culpable. No hay matices en este sentido, pero lo que sí hay y es un elemento de disputa son los sentidos y las representaciones. Entonces hay una batalla cultural en cómo se cuenta esta historia. Y cuando la cultura del show produce la espectacularizacion del horror no hay reparación posible, porque lo que se fijan o se representan son los sentidos violentos repitiéndose una y otra vez. Ahí es Dahmer en historietas para niños, es Dahmer como disfraz de Halloween, es Dahmer con fans y seguidores. 

En cada espectáculo así se vuelve a matar de alguna manera, y las víctimas quedan en un lugar de anulación casi total. Esto destruye una y otra vez a las familias y es tan siniestro como el todo de la trama. Por eso los elementos culturales son importantes y tienen que ver con el cuidado de ese relato, qué se dice de lo que pasó y cómo se representa. La serie repone bien este punto, mostrando cuánto de ese espectáculo destruye a las familias, evidenciando la importancia del relato de la narrativa porque es lo que pasa después, no solo como dictamina la justicia sino cómo se previene que “no vuelva a pasar” y para eso como se trata el tema en la opinión pública, en los medios e incluso en el espacio público. Ahí Glenda reclamando una obra de recuerdo a las víctimas de Dahmer en el edificio que fue demolido, pero en el cual no se construyó ni hay referencia simbólica sobre las vidas de esas personas asesinadas allí. 

Asi como el racismo y la discriminación se desparraman a cada minuto de la narración espeluznante, porque está atada en la realidad, el mostrar el daño irreparable a la comunidad LGTTB+ y a la comunidad negra es central. Tal vez Dahmer no “odiaba” conscientemente a sus víctimas, no era homofóbico o xenófobo de manera declarada, pero es preciso visibilizar cuanto del odio se expresa en la cosificación, en el deseo de control y posesión, un poder absoluto sobre el otro cultural y occidentalmente inferior para el negro, asiático, gay, pobre. 

Dahmer encarna una pesadilla del sueño americano en real, enrostra eso que es en una sociedad que no lo puede ver y por eso lo perdonan o lo absorben una y otra vez (sus comics y sus fans también son producto de ese movimiento de negación / incorporación de algún tipo a la trama cultural). 

Las vidas son irrecuperables, entonces el modo de elaboración traumática trasciende, busca sanamente una reparación y es plenamente sensible y atento ante la reproducción de esa cadena de violencias.

Si te interesa lo que leíste y querés que contribuir a que sigamos brindando información rigurosa podés colaborar con Primera Línea con un aporte mensual.

Aportá a Primera Línea