El mundo Oct 31, 2022

Lula presidente: Brasil y América Latina recuperan un líder para tiempos difíciles

El triunfo del exmandatario fue ajustado y deberá gobernar un país dividido con una ultraderecha que seguirá teniendo poder. Mientras tanto en América Latina se celebra el regreso de un dirigente que puede tomar el mando a nivel regional.
Periodista de política internacional, conductor de Ballotrash y delegado sindical en Diario Popular

Con menos de dos puntos de diferencia, algo más de dos millones de votos, Luiz Inácio “Lula” da Silva se impuso en la segunda vuelta y será el próximo presidente de Brasil. El 50,9% de los votos que obtuvo le alcanzaron para destronar al actual mandatario, Jair Messias Bolsonaro, que cerró la jornada del domingo con un 49,1% que no lo borra del escenario político, ni a él ni a su base de votantes. 

La máquina electoral, compuesta por engranajes materiales y simbólicos, volvió a trabajar al fallo: las especulaciones estuvieron otra vez erradas respecto de lo que finalmente devolvieron las urnas y la diferencia, como en la primera vuelta, fue menor a la estimada. 

No pasó mucho de lo que se esperaba: no se amplió la ventaja; no se redujo el margen de abstencionismo, que de hecho se sostuvo en el 20%; no hubo un desconocimiento del resultado por parte del derechista líder del Partido Liberal, que calló acompañado por el temprano reconocimiento del resultado por parte de la oficina de Joe Biden, presidente de EE.UU.

Pero al frente del micrófono, luego de ver a su movimiento caer a los pies de la misma alianza que él pergeñó, luego de 580 días preso, luego de enfrentar a su rival y al Estado por igual, el primer discurso de Lula como presidente electo fue más un llamado que una proclama. El tercer mandato del histórico líder del Partido de los Trabajadores (PT) se abrió con palabras sobrias en las que llamó a la unidad y la paz.

Desde que comenzó, se encargó de distinguir entre dos actores que, hasta el domingo, parecían ser la misma entidad: el presidente y el Estado Nacional.  El líder del PT no titubeó a la hora de recordar que había estado “enterrado vivo”, en relación a su calvario personal de persecución y calumnias con fines electorales, pero pasó rápido para ubicarse en su nueva función. Conciliador, habló de “una sola bandera” y de la necesidad de unir al pueblo brasileño. 

Es que las urnas arrojaron un país dividido, donde una mitad apostó por la democracia, aun sin acordar con el candidato, pero donde la otra mitad mañana no se tomará un avión, sino que estará presente en cada una de sus decisiones, en las calles, y hasta en el mismo Estado. 

Ahora hay que gobernar

Sí, los más pesimistas o alarmistas van a decir que primero hay que esperar a que Bolsonaro saque los últimos portarretratos de su escritorio en el Palacio del Planalto. Y sí, van a recordar lo sucedido en el Capitolio de EE.UU., cuando una turba iracunda de extrema derecha decidió no reconocer el resultado de las elecciones que dieron por perdedor a Donald Trump y tomaron el emblemático edificio de Washington DC. Pero los verdaderos peligros no solo están allí. 

El ex sindicalista construyó una coalición de lo más amplia para poder desbancar al amante de las Fuerzas Armadas, la Biblia y los agronegocios, pero a nivel legislativo deberá ampliarla. Al respecto, el politólogo Facundo Cruz recordó que “en las dos presidencias en las que le tocó gobernar, se caracterizó por coaliciones sobredimensionadas donde la coalición inicial era chica y la coalición final rondó el 70% de las bancas”. 

Infografía: La Nación

En cuanto a sus aliados naturales, cuenta con un 15% en el Senado y el 20% en Diputados. Esto lo obliga a sentarse con un sector al que conoce casi de memoria: el centrão. Se trata de un enorme cuerpo de legisladores burócratas que se autoperciben “de centro” y que suelen valerse muy bien de gobiernos débiles para poder hacer lobby en favor de los poderes económicos. Llevan años con estas prácticas y lo estarán esperando con los brazos abiertos. 

Pero no solo tendrá que negociar con los que calientan bancas desde hace años: desde su ex rival del Partido Socialista Brasileño (PSB) y actual vicepresidente, Geraldo Alckmin, hasta su ex ministra de Medio Ambiente y líder de Red de Sostenibilidad, Marina Silva, todos los que lo ayudaron a derrotar al presidente neofascista tendrán un pedido para hacerle, una agenda para imponerle y un espacio para negociarle.

Sumado a esto, hay un bolsonarismo residual que sigue en pie en las calles y en el Estado. “Los partidos bolsonaristas tienen en el Senado un 21% de las bancas, y un 28% en la Cámara de Diputados”, remarcó Cruz en el último capítulo del podcast Ballotrash

Además, habrá que contar con los medios de comunicación, históricos enemigos de los gobiernos petistas, y con una inmensa cantidad de brasileros y brasileras que prefirieron a Bolsonaro por encima de Lula. ¿Cómo podemos traducir esto en números? El actual presidente no sufrió la pérdida de votos en ningún punto del territorio: subió entre un 3% y un 7% en los Estados que más le costaban y pasó de 51.072.345 de votos en la primera vuelta a 58.134.474, en el ballotage. Sin dudas ese sector no es netamente bolsonarista, pero seguro no responderá a Lula con facilidad. 

Celebrado fronteras afuera

Independientemente de cómo vayan a darse las relaciones entre los países de la región, el regreso de Lula da Silva al Palacio del Planalto fue vivido y celebrado casi como una victoria propia por parte de muchos mandatarios. Las tensiones entre los movimientos progresistas y democráticos y sus rivales, que van desde el conservadurismo, pasando por el libertarismo extremo hasta llegar al neofascismo, se repiten.

La centralidad indiscutible de Brasil en Latinoamérica y la vuelta de un líder progresista, con historia en las luchas populares y con capacidad de lectura y liderazgo en el mapa internacional, significará un pase de mando en una capitanía casi vacante. Desde el inexperto presidente chileno, Gabriel Boric, pasando por el errático mandamás argentino, Alberto Fernández, hasta llegar al atareado titular de Estado de Colombia, Gustavo Petro, todos estarán esperando el arribo de un Lula que ordene las cuentas, pero sobre todo las formas. Hablamos de economía y diplomacia por igual. 

A decir verdad, lejos de la imagen que caracterizó el comienzo del milenio, hoy hay progresismos en la región, pero no hay unidad. La falta de coordinación requería de un líder como Da Silva y, para la gran mayoría de los presidentes sudamericanos, el regreso de un soldado de mil batallas representará un alivio. 

Pero, independientemente de lo esperada que fue su llegada, la victoria del ex líder metalúrgico marca una tendencia que puede ser una sonrisa en tiempo presente y muchas lágrimas a futuro: desde 2019, con la victoria de Alberto Fernández, la derecha solo ganó en las elecciones presidenciales de Ecuador, dejando detrás la gestión del Estado en Bolivia, Perú, Chile, Colombia y, ahora, Brasil. Ese sería el costado positivo del signo de estos tiempos. Sin embargo, en todos los casos los victoriosos estaban sentados en la oposición. Hoy, viendo los niveles de aprobación de algunos de los presidentes sudamericanos, pensar en una reelección puede ser más una utopía que un proyecto. En esto también esperan que Lula intervenga. 

Tanto sus vecinos como sus ciudadanos, tanto sus socios como sus rivales, todos esperan que Lula llegue para resolver algo que lleva años allí, sin respuesta y sin solución. Para ello, el líder del movimiento popular más grande de la historia de Brasil volverá a apelar a la estrategia que lo llevó a ser considerado un estadista: sumar para gobernar, jerarquizar para crecer.  

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