El miércoles 7 de diciembre el presidente de Perú, Pedro Castillo, fue destituido por el Congreso con 101 votos sobre 130. La resolución del poder legislativo llegó horas después que el mandatario ordenara disolver el cuerpo, aunque no tomara ninguna medida efectiva para llevarlo a cabo. Frente a esto fue detenido y en su lugar asumió la vicepresidenta Dina Boluarte.
El intento del ex mandatario de disolver el Poder Legislativo (algo que está contemplado en la legislación peruana) le valió acusaciones de intentar llevar a cabo un golpe de Estado. Sin embargo, quien terminó siendo removido del cargo fue él mismo, luego de apenas 15 meses en el gobierno.
La inestabilidad política se ha vuelto una constante en Perú, en gran medida producto del ordenamiento institucional heredado de la década de dictadura neoliberal de Alberto Fujimori entre 1990 y 2000. El país sudamericano ha visto como los siete presidentes electos desde entonces fueron destituidos, presos o, como Alan García, se suicidaron antes de ser arrestados. Por su parte Boularte es la sexta persona en ocupar el cargo en los últimos seis años.
El periodista peruano Víctor Liza aporta en esta entrevista su mirada respecto a lo que sucedió días atrás -si fue o no un golpe-, así como también las particularidades del gobierno y el proyecto de Castillo.
– En primer lugar me gustaría saber tu opinión sobre algo que ha sido motivo de debate en Perú y también en los análisis que se hacen desde afuera del país ¿la destitución de Castillo fue una “recuperación de la democracia” o un “golpe de Estado”?
– Los sectores que le han hecho oposición a Castillo, desde los más reaccionarios, de ultraderecha, hasta liberales que se proclaman de centro y cierta izquierda académica han dicho que él había hecho un golpe de Estado. Y que después se recuperó la democracia.
Sin embargo, lo que ha pasado es que cuando Castillo anuncia que cierra el Congreso era algo declarativo. En ningún momento hubo tanques yendo al Parlamento, ni fuerzas armadas interviniendo lugares, medios de comunicación. Es decir, típicas acciones de un golpe de Estado.
Ya varios analistas de otros países lo están viendo desde una perspectiva más amplia, que en el Perú lamentablemente no existe, porque la opinión pública está manejada por sectores liberales o de derecha. Pero aquellos sostienen que a Castillo lo que le han hecho es un Golpe de Estado.
El presidente anuncia la disolución del Congreso y es detenido antes de que se vote la vacancia. Hay pruebas de eso, incluso con registros de cámaras de televisión. Cuando se vota la vacancia asume Dina Bolularte y ahí si puede hablarse de un golpe de Estado.
Castillo fue acosado por políticos de oposición, incluso por aliados y por la prensa en general. Nunca se han visto medios de comunicación tan unánimes en cuanto a lo que es atacar a un presidente. Es lo que pasó con Fujimori pero al revés, con él toda la prensa estaba a su favor y aquí toda estaba en contra.
En líneas mayores creo que es un golpe de Estado.
– El sistema político peruano tiene particularidades poco habituales como la posibilidad de que el Congreso deponga al presidente por “incapacidad moral permanente” y a su vez el jefe de Estado puede disolver el Congreso en determinados casos ¿De dónde vienen estas disposiciones institucionales? ¿Cuándo se aprobaron y que influencia tienen o no en la inestabilidad política que vive el país desde hace años?
– Estas disposiciones vienen de la Constitución de 1993 impulsada por Alberto Fujimori y que fue aprobada por referéndum, aunque en circunstancias que en el relato oficial no se difunden mucho como que hubo cierto fraude.
Desde entonces tenemos un Parlamento unicameral que ahora nos damos cuenta que tiene muchas atribuciones pero en esa época no porque el fujimorismo tenía mayoría. Entonces todo lo que hacía el presidente lo aprobaban.
A partir de los años 2000 se empieza a ver como cuando el partido ganador no tenía mayoría, se veía obligado a hacer alianzas y eso se ha complicado cada vez más. En este tiempo no hubo ninguna reforma que refuerce el poder del presidente.
Martín Vizcarra [NdE: presidente desde marzo de 2018 a noviembre de 2020] hizo lo mismo que Castillo, pero tuvo apoyo de la opinión pública, de la tecnocracia, ciertos sectores liberales y del periodismo.
– Más allá de la decisión del Congreso de destituirlo, Pedro Castillo tuvo un mandato que atravesó varios tropiezos. Con muchos cambios de ministros, el alejamiento del partido político que lo llevó a la presidencia y con medidas de gobierno erráticas ¿Esto se debió exclusivamente a los ataques de la derecha o hubo errores propios?
– Castillo tuvo errores propios como todo gobernante. Lo que ha pasado aquí es que obviamente la ultraderecha no lo dejó gobernar, siempre lo amenazó con la vacancia, le rechazó más de 70 proyectos de ley, ha boicoteado muchas medidas, le ha censurado ministros y no le ha dejado viajar al extranjero como le corresponde a un jefe de Estado, bajo el pretexto de que se iba a fugar.
El partido con el ganó tampoco lo apoyó, más bien se puso en un plan trotskista de querer ponerse de costado y no gobernó con él como debería haberlo hecho. Se puso en un plan de cuotas de ministerios antes de buscar acciones conjuntas. Entonces Castillo tuvo que recurrir a un conjunto de personas que le fue leal hasta el último momento, que eran de diversos sectores que no pertenecían ni a la derecha ni a la izquierda tradicional. Intentó hacer un régimen más nacional-popular.
No se puede entender lo que ha pasado con Castillo desde una mirada de derecha-izquierda. En ese sentido, es más comparable al peronismo en Argentina en los años ’40 y ’50 del siglo XX. Obviamente con sus diferencias estructurales e históricas.
– Por último quisiera preguntarte tu opinión respecto a la izquierda peruana en general. Castillo, no sin contradicciones, llegó como un exponente de ese espacio ideológico o al menos como algo distinto a los gobiernos neoliberales previos y sin embargo terminó de forma muy similar ¿Por qué en Perú no ha surgido en varias décadas un espacio progresista o de izquierda capaz de construir un proyecto popular sólido y con capacidad de gobernar?
– Castillo no proviene de la izquierda tradicional del Perú. Fue durante 12 años militante de Perú Posible. Luego se alejó de ese partido y encabezó una huelga magisterial en 2017 que tuvo éxito. Finalmente hizo una alianza con el partido Perú Libre que es una izquierda de provincia que decía diferenciarse de la izquierda tradicional pero al final se ha comportado igual.
La izquierda pierde en todo esto, no por culpa de Castillo si no de ellos mismos porque están alejados del pueblo. Se manejan en base a dogmas y elementos declarativos, pero cuando acompañaron como ministros, nunca hicieron lo que dijeron que iban a hacer.
Creo que la izquierda no tiene popularidad y eso se ve en las elecciones. Veronika Mendoza sacó solo 7% siendo de la izquierda tradicional, nunca llegó al pueblo.
Castillo, a partir de esto, se ha deshecho de toda esa izquierda y está construyendo una contradicción entre los de arriba y los de abajo. A partir de allí creo que él puede armar un espacio nacional-popular a la peruana. Con gente más de las provincias que de Lima; con gente del campo popular, de los sectores andinos, de la clase trabajadora que normalmente no están con los partidos.