1. ¿Qué nos pasa con lo que pasa?
Para empezar, ansiedad fue la palabra que más escuché en mi entorno, antes del domingo y alivio la que más escuche después. Significantes que hablan mucho sobre los registros emocionales, pero sobre todo de nuestros estados y el modo de sostenerlos, empezando por poder expresarlos y compartirlos, encontrando cierta sintonía o recurrencia colectiva. Desde la pandemia a esta parte la salud mental ha dejado de ser un tabú y el solo hecho de considerarla un proceso, como la define la ley 26.657, significa entender que se relaciona con lo que nos pasa cotidianamente, con el modo en el que vivimos. Por ende la salud mental no es un único estado, porque no estamos siempre de la misma manera, ni necesitamos un diagnóstico para atravesar los padecimientos, malestares y/o sufrimientos posibles que nos generan los contextos, así como los distintos episodios vitales.
Ya en la previa a las elecciones de agosto sentimos y hablamos de angustia y malestar. Empezaba a delinearse algo de lo insostenible: qué más podemos soportar y que ya no cuando somos testigos de las escenas políticas mediáticas, mientras la realidad cotidiana contrasta dramáticamente y no se pone en palabras; cuando la desigualdad habla en sí misma acentuando padeceres y sufrimientos.
Pasó agosto y la derecha se impuso como tendencia. La militancia por todos los medios para darla vuelta llegó a octubre y ese motor trajo múltiples movimientos, siempre vertiginosos y acelerados. Es parte de los rasgos de la época pero también parte de un modo de estar en la Argentina en los últimos tiempos. Necesitamos registrar que vivimos así, porque tiene costos.
El alivio del domingo puede tener ambigüedades pero es alivio al fin, es momentáneo porque si queremos explicarlo racionalmente se complejiza y se abren más preguntas acerca de, por ejemplo, cómo llega Unión por la Patria a encabezar los resultados. ¿Fue el miedo a las medidas disparatadas que los libertarios explicaban en los medios? Lo cierto es que estamos en una época en la cual no hay respuestas unívocas y necesitamos amigarnos con los interrogantes porque aportan a desnaturalizar.
La escena electoral plantea hoy condiciones de producción de subjetividad que son imposibles de trascender sin efectos en la salud mental para gran parte de la población. Necesitamos hablar de lo que nos pasa con lo que pasa, porque además no nos “pasa” a todes lo mismo, más allá de lo que se pueda generalizar en ansiedades, enojos y alivios.
No es lo mismo para las mujeres y LGTTBI+ que estamos sufriendo la violencia simbólica, política y mediática cotidiana de Milei a niveles agobiantes, que amenaza contra nuestros derechos, que rompe sistemáticamente consensos culturales. No es lo mismo para quienes votamos a Massa en las generales y en el ballotage por lo que conscientemente entendemos que está en juego. No es lo mismo para quienes son radicales y asisten a una suerte de crisis de identidad política. No es lo mismo para les militantes de izquierda trotskista que se debaten agitadamente sobre qué posicionamientos públicos tener.
No es cosa sencilla diferenciar las posiciones subjetivas frente a un escenario electoral que es histórico de mucha efervescencia, intensidad e incertidumbre.
2. Efectos psicopoliticos de las palabras y los discursos
Si algo quedó claro en el transcurso de la campaña y su expresión en los últimos resultados, es que no da lo mismo qué se dice y qué no. El valor de las palabras opera, produce muchos efectos. Pensemos en la última semana antes de ir a votar, y lo que escuchamos y vimos de los candidatos principales. En este registro una palabra, un discurso de promesa acompañado de una medida económica como las de Massa, generó atracción, interés y abrió una ventana de esperanza necesaria, que se cosechó en más de tres millones de nuevos votos. O el triunfo de Axel en la provincia : discurso claro y gestión contundente.
En cambio Milei y Bullrich acentuaron su narrativa cruel, le subieron el volumen al personaje construido, buscando empatizar desde el odio y la bronca en la población. Hicieron eje en un sector político como el kirchnerismo y lo que llaman la “la casta” apuntando unidireccionalmente.
No les fue “mal”, hay que decirlo y saberlo, porque aun en esa estrategia miles de votantes decidieron elegirles. Pero también es observable como el subrayado en la intolerancia, en el enojo, y las pasiones tristes los llevó a lugares de narrativas demasiado oscuras que produjeron miedo y rechazo en una parte considerable del electorado.
Puede haber bronca y desgano, incluso enojo e ira en parte de la población, pero no hay una mayoría dispuesta a regodearse ahí, frente a un profundo estado de fragilidad y vulnerabilidad. Ahí es donde al apelar de modo extremo al odio ya no parece ser tan eficaz.
3. ¿Están locos? Son fascistas y ejercitan la crueldad
Una particularidad que tuvo la campaña 2023 fue una referencia a la salud mental pero no como parte de los programas o las propuestas, sino con respecto a la “capacidad” y al equilibrio en ese aspecto de sus candidatos. Entonces supimos escuchar sobre la falta de legitimidad señalando el alcoholismo de Patricia Bullrich o la locura de Javier Milei. El problema de este argumento es, en primer lugar, que apela a una suerte de ideal de cordura o normalidad que no existe en la realidad. El riesgo de “echarle la culpa a la locura” es buscar un chivo expiatorio en ella para no hacernos cargo como sociedad de que no son personas “desalineadas” sino que representan un proyecto político de poder fascista, que no podemos subestimar.
El verdadero problema es el contenido y no la forma, estamos frente a ideas y propuestas de extrema derecha, misóginas, negacionistas, que se expresan desde ya en un modo violento, porque es como se vehiculizan: oprimiendo, denostando, destruyendo, aniquilando. Por eso en el lenguaje fascista no hay mediaciones ni consensos, hay metáforas perversas y literalidad arrasadora. También hay normópatas y mucho cálculo, cabezas bastante frías incluso e inescrupulosas detrás de lo que parece ser para muchos un desborde desorganizado.
La idea de la locura como sinónimo de miedo es parte de un viejo paradigma, regalarle la locura a Milei además es darle la llave en mano para muchos jóvenes en la puerta de la rebeldía posible, un salir de los cánones establecidos y justamente de las normalidades impuestas. Parafraseando a Judi Chamberin, tener cuidado de no caer en el “cuerdismo” que refuerza la idea de lo normal-patológico, así como el sexismo lo hace desde el hombre-mujer. Binarismos alejados de la sociedad que es diversa, compleja y heterogénea.
Insisto en que la preocupación es el fascismo y la crueldad que ejerce Milei y que está dispuesto a ejecutar. Su libreto es individual y atroz. La discusión es en todo caso el malestar que instala, como parte del exceso en las escenas públicas. Acá también hay que prestar atención al goce político, la dinámica de exceso que genera es muy peligrosa y necesitamos acotarlo en ese punto. No es que cuánto más derrape mejor, sino que siempre es peor porque les testigos de esa crueldad fascista y desbocada somos todes y eso afecta a nuestra salud mental vertiginosamente.
A esta altura, con la violencia que se genera es difícil salir ilesos/as mentalmente de todo este escenario. En un contexto internacional de crueldad, donde parecemos haber naturalizado el día a día en la Franja de Gaza, cuando se instalan los relatos de justificación, no hay dimensión de los efectos y la impotencia nos corroe a quienes tenemos conciencia de la crueldad a esos niveles.
4. Claves, brújulas y coordenadas para cuidar nuestra salud mental
En tiempos de efervescencia, vértigo e intensidad, tal vez lo mejor es pensar y plantear estrategias en clave de salud mental. Si bien existen mecanismos psicosociales, a la vez singulares y colectivos, para elaborar situaciones que demandan mucha atención social, está claro que no hay fórmulas en términos individuales.
Como primer punto, organizarse frente a la violencia en todos los espacios es necesario y reparador. El registro feminista para las mujeres y LGTTBI+ esta siendo muy costoso y no podemos naturalizar los efectos en nuestra salud mental de la violencia simbolica sistemática que estamos recibiendo. La estrategia en este punto la necesitamos colectiva, que trascienda una marea feminista antifascista que sabemos tiene efectos y que ya esta siendo desplegada hace unos meses, pero necesitamos redoblar la multiplicación de su potencia.
Estar organizades, militar, es una clave fundamental en general, porque organiza las acciones, porque rompe la soledad y la impotencia. En este plano dejar de atestiguar para poder actuar con otres despliega creatividad, evita el rumiar en soledad y pasar a compartir las angustias, malestares, ideas, debates, etc. En un país altamente politizado como lo es Argentina, la salud mental es parte de una agenda real y tener el compromiso de militar desde ella es generar más participación y comunidad porque es cosa de todes.
A su vez, en paralelo o simultáneo están los despliegues de todas las estrategias de cuidados. En salud mental la dimensión del cuidado es fundamental y en este sentido prestar atención a los niveles de “infoxicación” que estamos recibiendo, acotar el exceso en esta dimensión, el consumo permanente de material que nos llega sin filtro, para seleccionar algunos planos de la comunicación que necesitamos y qué nos sirve para informarnos y qué no.
Otras coordenadas posibles para no sucumbir mentalmente antes del ballotage tienen que ver con las rutas siempre efectivas del humor, la música, el consumo de expresiones culturales que nos representan y que ponen en juego otras formas de vincularnos. Por algo los jingles de Gelatina son la gran novedad de esta campaña, y a los memes los necesitamos muchas veces para descomprimir el cotidiano cargado de rigidez y literalidad.
Esto también es salud mental hacia el 19 de noviembre. Romper esquemas de naturalización y ponerle el verdadero nombre a la cara del fascimo y la crueldad, organizarnos para derrotarlos construyendo desde la esperanza y nuevas canciones. Con eros de nuestro lado, la pulsión de vida latiendo sin cesar, transitando los debates que vivimos y nos merecemos.