Cuando la década de 1970 llegaba a su fin se estrenó The Warriors una película de pandillas que tiene a la ciudad de Nueva York como una protagonista central de su trama. En esos tiempos, la Gran Manzana cerraba una etapa turbulenta. Luego de atravesar una crisis fiscal y un golpe financiero que la llevaron al borde de la bancarrota, comensaba a implementarse una nueva teoría económica, el neoliberalismo, que salía de la marginalidad para convertirse en hegemónico en pocos años.
La película de culto
Dirigida por Walter Hill, un cineasta parte de la camada de jóvenes directores estadounidenses de la Generación de los 70 como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Steven Spielberg, entre otros, The Warriors, su tercer largometraje, está basado en la novela del escritor neoyorquino Sol Yurick.
Publicada en 1965 con el mismo nombre que el film, la estructura de la ópera prima de Yurick se inspira en el relato griego de la «Expedición de los Diez Mil» ocurrida en el año 401 A.C. La misma se origina cuando los soldados griegos deciden, para paliar la crisis económica que asolaba a Grecia, prestar sus servicios al príncipe persa Ciro, el joven que quería derrocar a su hermano Artajerjes II, el rey del imperio. Los griegos, junto a las fuerzas de Ciro, logran vencer pero en la batalla cae muerto este último por lo que su objetivo resulta inútil a pesar de la victoria militar.
Solos, sin víveres y a miles de kilómetros de sus hogares, los griegos deciden pactar una tregua con el rey persa pero son traicionados y sus generales y capitanes son asesinados en las negociaciones. Descabezados y abandonados a su suerte, reunidos en asamblea deciden -persuadidos por el ateniense Jenofonte- no entregar las armas y emprender el regreso a Grecia, atravesando una tierra hostil y enfrentando toda clase de peligros.
Quien haya visto The Warriors notará la clara relación entre la trama de la película y el relato helénico. Los Warriors, una modesta pandilla de Coney Island, una península del extremo sur de Brooklyn, son convocados en una noche de verano de 1979 a una gran asamblea de todas las pandillas neoyorquinas -organizada por el jefe de la más grande y poderosa de ellas, oriunda del Bronx, al norte de la ciudad- con la idea de unificarlas a todas para ejercer un control autónomo de los barrios y territorios de una ciudad en crisis, disputando el poder al Estado y a la policía.
Las cosas no resultan bien. En el medio del plenario, Cyrus (o Ciro) el líder convocante es asesinado por un disparo, los Warriors falsamente acusados del atentado pierden a su jefe bajo una turba iracunda y quedan solos, lejos de su territorio forzados a emprender el regreso a Coney con el resto de las pandillas neoyorquinas persiguiéndolos.
La historia se desarrolla sobre este regreso que transcurre hasta la madrugada a través de una ciudad sórdida, violenta, de subtes graffiteados y barrios controlados por bandas callejeras. Una postal de la caótica Nueva York de los años 70, una ciudad extorsionada por bancos de inversión, con una población empobrecida y comunidades enteras criminalizadas y empujadas a la violencia delictiva en un contexto donde la brecha entre la opulencia de Manhattan y el resto se irá ampliando cada vez más.
La ciudad laboratorio
El geógrafo marxista inglés David Harvey, en su Breve Historia del Neoliberalismo describe lo sucedido en la ciudad de Nueva York de aquellos años como un caso emblemático entre los primeros experimentos neoliberales -parte de una estrategia política de reestructuración del capitalismo- tendiente a que las élites económicas recuperen poder en el marco de la crisis de acumulación de capital que se registró en el mundo a comienzos de aquella década.
Esta crisis marcó el fin de los Estados de bienestar keynesianos y de la sociedad salarial y de pleno empleo que configuraban un acuerdo de post guerra del capital para evitar el avance del comunismo, y a la vez dio inicio a un proceso que, no solo transformó a la urbe, sino que buscó -y en cierta medida logró- imponerse como un proyecto civilizatorio a escala global.
Congelamiento de salarios, ajustes en el empleo estatal, educación, salud y transporte público fueron algunas medidas que se aplicaron para lograr el equilibrio fiscal que permitiera el rescate financiero. El disciplinamiento fue aún más allá al exigir que los sindicatos inviertan sus fondos de pensión en bonos de la ciudad, una extorsión que dejaba al sindicalismo entre la espada y la pared ya que si el Estado local quebraba se quedaban sin los fondos.
A la par se reestructuraba la urbe como un Estado de bienestar para los negocios. Procesos de gentrificación comenzaban a transformar barrios y Nueva York comenzaba a “venderse” como una metrópoli moderna, centro de vanguardias artísticas e intelectuales con consumos culturales diversificados y especializados.
Los jóvenes de barrios obreros, como aquellos que integran las pandillas en la película The Warriors, junto a inmigrantes y al grueso de la clase trabajadora quedaron fuera de este territorio diseñado por el capital trasnacional. Rudolph Giuliani, alcalde desde 1994 a 2001, se encargaría luego con su política de tolerancia cero, de criminalizar y encarcelar a los excluidos profundizando la urbanización de la desigualdad.
Una gran metrópoli donde se hacen visibles las transformaciones que comenzaron hace cuatro décadas y que marcaron un fuerte avance de la precarización y vulnerabilización de la vida para las mayorías.
Modelos de ciudad excluyentes, como nuestra Buenos Aires del Metrobus, de las viviendas inaccesibles y los alquileres a merced del negocio inmobiliario; donde Puerto Madero o los Palermos conviven -mediante fronteras no solo físicas de por medio- con un migrante senegalés vendiendo con su manta en Constitución, una migrante boliviana trabajando en un taller textil en Mataderos, un “trapito” de la 31bis limpiando vidrios en los semáforos de la avenida Figueroa Alcorta, cartoneros y cartoneras del conurbano tirando del carro por los barrios y migrantes trabajando para las economías de plataforma, la última modalidad de explotación diseñada por el capital.