El mes de abril comenzó con una importante noticia en el terreno de la organización de la clase trabajadora estadounidense: por primera vez se conformó un sindicato de Amazon en el país. Este nuevo gremio nació en los almacenes de la empresa en Staten Island,Nueva York, que emplean alrededor de 8 mil trabajadores y trabajadoras. Entre ellos se realizó a fines de marzo la votación para conformar el sindicato, imponiéndose la opción positiva con 2.654 votos contra 2.131.
Una votación similar se había realizado hace un año en los almacenes de Amazon de Bessemer (Alabama), pero allí finalmente se había impuesto el rechazo en el marco de una poderosa campaña antisindical por parte de la patronal. El triunfo en Staten Island marca por lo tanto un importante punto de inflexión.
Es que el modelo sindical en EEUU permite participar en negociaciones colectivas y firmar contratos de trabajo con las empresas solo a les trabajadores que aprueben, a través de su voto mayoritario, la adhesión a un sindicato. En el resto de los lugares de trabajo, en los que esta votación no se realiza o donde se impone el rechazo, las condiciones laborales se negocian de manera puramente individual sin existir ningún tipo de representación obrera ni de cobertura colectiva.
Esa es de hecho la situación de la gran mayoría de la clase trabajadora de EE.UU., ya que el país se caracteriza por tasas muy bajas de sindicalización: solo se encuentran agremiados en promedio alrededor del 10%, porcentaje que se reduce en el sector privado.
Estos elementos explican por qué el resultado de la votación en los almacenes de Amazon de Nueva York tiene un carácter tan novedoso (y hasta “histórico” según sus protagonistas).
El movimiento obrero ante las transformaciones político-económicas
Desde fines de la década de 1970 la ofensiva neoliberal instaló en EE.UU. una orientación fuertemente antisindical por parte de las empresas y los poderes estatales, que produjo un considerable retroceso en la capacidad organizativa que había alcanzado la clase trabajadora desde la década de 1930.
Esto se combinó con los cambios en la estructura económica del país (y del mundo) en el mismo periodo. Entre estas transformaciones se encuentra la relativa deslocalización de la industria, que en EE.UU. llevó a un traslado del centro de gravedad de la misma desde los antiguos centros fabriles del norte a otras regiones del mundo (Asia, México, etc.) o a los Estados del sur del propio país (con leyes antisindicales y tradiciones políticas más conservadoras). A esto se suma también el impacto de las nuevas tecnologías que redujeron el tamaño de las viejas plantas fabriles, dejando al viejo movimiento obrero industrial muy golpeado.
Pero al mismo tiempo que la vieja clase trabajadora retrocedía, comenzaba también a nacer una nueva. El desarrollo del llamado “sector servicios”, empujado en parte por los avances de las tecnologías de la información, produjo nuevas concentraciones de trabajadores. La empresa de comercio electrónico Amazon es precisamente uno de los principales ejemplos: por sí sola emplea a más de un millón de personas en todo EE.UU., lo que la ubica como uno de los mayores empleadores del país.
Estas grandes compañías del sector servicios (y especialmente las originadas en el área informática) se caracterizan desde su nacimiento por políticas abiertamente anti-sindicales, acompañadas de un discurso globalmente individualista donde se destaca el carácter “emprendedor” y meritocrático en desmedro del colectivo. Por lo tanto, le aportan al capitalismo del siglo XXI no solamente una parte importante de su base material sino también de sus representaciones ideológicas y discursivas. Por estos mismos motivos empresas como Amazon no se encontraban hasta el momento sindicalizadas, a pesar de su enorme planta de trabajadores y trabajadoras.
El dinamismo económico del “sector servicios” tiene también otra importante consecuencia: produce a varias de las personas más ricas del mundo. El propio Jeff Bezos, fundador y líder de Amazon, encabeza desde hace varios años el ranking de billonarios de la revista Forbes. Junto a empresarios ya a esta altura muy conocidos como Bill Gates de Microsoft, Mark Zuckerberg de Facebook o la creciente figura de Elon Musk (Tesla y otros) conforman no solo la primera plana de las listas de riqueza globales sino también la “cara visible” del capitalismo en su fase actual. El propio Bezos es ejemplo con sus excentricidades que en los últimos tiempos lo llevó a ocupar varios titulares (y memes de internet) por sus viajes al espacio.
La votación en los almacenes de Staten Island se trata entonces de un triunfo en el corazón de las nuevas ramas dinámicas de la economía global y del nuevo proletariado de la primera potencia del mundo.
Una nueva generación
La formación del sindicato de Amazon en Nueva York es parte de un proceso más general que viene atravesando la nueva generación de trabajadores en EE.UU. Procesos de organización similares vienen llevándose a cabo en Starbucks, en cadenas de comida rápida, hotelería, educación y otros. Esto tiene correlación con que la aprobación de los sindicatos por parte de la población se encuentra en su punto más alto desde 1965, llegando al 77% entre los jóvenes de hasta 34 años.
Quienes comienzan a sindicalizarse se caracterizan además por su particular composición social: un fuerte peso de la juventud, de las mujeres, de personas negras y latinas. Este es precisamente el perfil de los activistas que encabezaron el proceso de organización en Amazon, como puede verse en todas las imágenes de los festejos del triunfo.
Esta recomposición sindical se nutre por lo tanto de varios otros movimientos: el antirracista, el feminista, el creciente peso entre los jóvenes de las ideas socialistas y de la simpatía por la figura de Bernie Sanders y otros candidatos de izquierda; una mayor politización de la sociedad, como producto de la polarización que se instaló alrededor de la figura de Donald Trump y el mayor protagonismo de la derecha; una instalación general en la discusión pública sobre la cuestión de la injusticia social y los derechos de los sectores populares.
Más de conjunto, ya hace varios años que en EE.UU. se vienen poniendo sobre la mesa problemáticas como los bajos salarios y las extensas jornadas laborales, los muy altos costos de la vivienda y el sistema de salud, el endeudamiento de los jóvenes para acceder a la educación, la situación de los migrantes, la violencia y racismo policial, la opresión machista y patriarcal, entre otros. Condiciones de vida que fueron agravadas aún más por la pandemia, generando una mayor movilización social.
Esta creciente presión desde abajo puede leerse también en el discurso que adoptó el Partido Demócrata desde la campaña presidencial y en varias iniciativas legislativas que dialogan con estas problemáticas. Es por ello que estas cuestiones marcan el comienzo de una nueva etapa para la acumulación de fuerzas del movimiento de trabajadores y de los diversos sectores populares, con un potencial significativo por tratarse de la primera potencia mundial y del epicentro del sistema económico, político y cultural globalmente dominante.