El mundo Abr 9, 2022

“Lo más probable es que China avance y el yuan se fortalezca como moneda global”

El investigador del Conicet y profesor universitario Gabriel Merino analiza los movimientos en la economía mundial al calor de la guerra en Ucrania. La posibilidad del retroceso del dólar y la eventual emergencia de un sistema multi monetario.

Lejos de los pronósticos de jefes de Estado y medios de comunicación occidentales, la economía rusa no ha colapsado a pesar de la innumerable cantidad de sanciones aplicadas desde el inicio de la guerra en Ucrania. Por el contrario, se observa un efecto adverso sobre todo en Europa, debido a la interdependencia que tienen sus mercados de las materias primas provenientes de Moscú.

Gabriel Merino explica en esta entrevista que Rusia adoptó medidas “de guerra” para afrontar la situación. Pero también que se está preparando para esto desde 2014, momento en el que se disparó “una situación de guerra mundial híbrida y fragmentada”. 

Asimismo, advierte sobre la utilización del dólar como arma para la guerra económica ya que “implica afectar la capacidad de ser el medio de pago por excelencia a nivel global y la moneda central de reserva de valor”. 

– Las sanciones contra Rusia apuntaban a poner en una situación muy frágil la economía del país y de esa forma desestabilizar el gobierno de Vladimir Putin. Sin embargo, luego de varias semanas de conflicto no parecen haber impactado como se preveía ¿A qué se debe? ¿Hubo un error de cálculo de parte de la OTAN?

– Evidentemente el impacto fue menor al esperado. Se calculaba que con una guerra económica con medidas tan fuertes fuera mayor el golpe sobre la moneda y la economía rusa. Por ejemplo el rublo, después de devaluarse profundamente de 81 por dólar a 139, volvió a bajar a una franja de 81-85.

Hay varias explicaciones. Obviamente Rusia está en economía de guerra: tasa de interés en 20% en vez de 9,5%; adelantó liquidaciones de exportaciones; cerró la bolsa; impidió la salida de capitales. Tomó medidas fuertes que probablemente las tenía preparadas porque desde 2014 viene en guerra económica.

Otra cuestión importante es la dependencia europea del gas. Europa sigue comprando a razón de 500 millones de dólares por día. Y no sólo el gas, también el petróleo, el carbón. Hay una fuerte dependencia de energía que no se sustituye a corto plazo.

También la propia disparada de las materias primas, que si bien Rusia no puede aprovechar del todo porque tiene que vender lo que no está dentro de los contratos de largo plazo, por debajo del precio, pero igual impacta. Y obviamente el colchón estratégico que le da China y una realidad multipolar.

Finalmente hay que sumar que, a diferencia de lo que dicen los medios occidentales (aunque ahora ese bloque se está agrietando), Moscú está cumpliendo bastante bien sus objetivos militares, operacionales y político-estratégicos en Ucrania. Y eso se ve por ejemplo en como Zelensky ya está dispuesto a ceder en una serie de puntos que buscaba Rusia con esta operación. Por ejemplo la neutralidad, el no desarrollo nuclear, la no recuperación de Crimea y quedan otras cosas que están en discusión, pero eso está.

– El analista geopolítico estadounidense Andrew Korybko sostiene que EE.UU. estuvo tentando a Rusia para intervenir en Ucrania desde 2014, pero que de haberlo hecho en ese momento, Moscú no hubiera podido afrontar las sanciones en su contra. Por eso durante estos años se estuvo preparando para estar en mejores condiciones ¿Considerás que es así? ¿Qué medidas tomó Moscú que, hasta el momento, parecen estar dando resultado?

– Si, se estuvo preparando. A partir de 2014 se dispara una situación de guerra mundial híbrida y fragmentada, con conflictos centrales de Rusia contra EE.UU. y el Reino Unido, ese núcleo de poder estadounidense-británico. Y las tensiones también con Francia y Alemania.

En 2014 a partir de la recuperación, o anexión dice Occidente, de Crimea, y el apoyo a las fuerzas insurgentes pro rusas, se le imponen sanciones a Rusia que golpean fuertemente su economía.

¿Cómo se preparó? Bueno ante esto, ese mismo año lanzó un sistema de pagos alternativo al swift, el SPFS, aumentó reservas y las diversificó: acumuló oro y otras monedas. Además reforzó el vínculo con China tanto en cuestiones políticas y en proyectos como la Nueva Ruta de la Seda, así como en la cuestión económica como gran proveedor de hidrocarburos, algo que también hizo con India. Y finalmente lanzó iniciativas como la construcción de la Unión Económica Euroasiática en 2015, un bloque que incluye otras ex repúblicas soviéticas como Armenia, Bielorrusia, Kazajistán y Kirguistán, que le da otra presencia euroasiática a Moscú. 

– La contracara más inmediata de las sanciones a Rusia es el impacto en Europa, principalmente en lo relacionado a la energía en general y al gas en particular. En un contexto inflacionario a nivel mundial los países de la Unión Europea han tenido que buscar nuevas fuentes de suministro en EE.UU. y también en Argelia ¿esto es suficiente? ¿Qué impacto puede tener la crisis actual en la economía del continente?

– El impacto va a ser muy grande. Creo que es uno de los grandes problemas para Europa de este conflicto el golpe económico que va a recibir por la interdependencia con Rusia. Por ser importador de materias primas, puntualmente energía.

No hay forma de sustituir el gas ruso en el corto plazo. Incluso a mediano plazo es complicado. Con lo cual Europa se está disparando en los pies. La industria alemana al no contar con el Nord Stream 2, este segundo gasoducto que conecta de forma directa a Rusia con Alemania, va a tener dificultades. Hay una perspectiva ahí de abastecimiento de gas fundamental para la transición energética que quedó frenado.

Crédito: El País

También está el problema inflacionario en un contexto en el que Europa no crece desde 2008. Según datos del Banco Mundial tiene el mismo PBI nominal que antes de la crisis de ese año. Por eso es probable que sufran una recesión con inflación o, en el mejor de los casos, una estanflación: estancamiento con inflación. Depende cuanto dure el conflicto y las sanciones.

– Wolfgang Münchau, analista conservador que escribe en el Financial Times, sostuvo recientemente que Occidente ha convertido el dólar y el euro en monedas riesgosas como se demostró con el congelamiento de activos y confiscación de cuentas rusas, pero también iraníes y afganas. Por su parte, Rusia viene planteando un intercambio comercial en monedas que no sean el dólar con países como China, India e incluso los europeos al exigirles el pago de su gas en rublos. ¿Esta politización de los mecanismos de pago puede, paradójicamente, amenazar la hegemonía estadounidense?

– Goldman Sachs sacó un informe advirtiendo el riesgo de utilizar como arma el dólar. En el mismo sentido se refirió una alta funcionaria del FMI. Porque justamente, usarlo como arma implica afectar la capacidad de ser el medio de pago por excelencia a nivel global y la moneda central de reserva de valor.

Y una cosa es hacerlo a países con menor importancia sistémica, como Irán, Venezuela o Cuba, y otra cosa es aplicarla sobre una potencia como Rusia que produce el 10% del petróleo mundial, es el principal exportador de gas, trigo, fertilizantes, el segundo vendedor de armas.

Ahí hay un cálculo costo-beneficio que evidentemente están evaluando en EE.UU. y Occidente. Prefieren asumir ese riesgo. También porque no tienen capacidad de respuesta militar en el terreno. Entonces les queda la guerra económica que tiene que ser intensa y utilizar esta hegemonía del dólar para poder tener un impacto real. Porque con las sanciones que se vienen aplicando desde 2014 no pudieron imponerse sobre Rusia.

No obstante, no creo que EE.UU. tenga hegemonía, estamos ante una crisis de ese orden mundial. Pero uno de los últimos monopolios del hegemón que todavía conserva, es la moneda. Quizás de forma parecida a lo que fue la libra esterlina que se mantuvo cuando ya el Imperio Británico había perdido su hegemonía y el ascenso de otras potencias había cambiado el mapa mundial amenazando su lugar de primacía.

Hay una larga transición entre esa crisis y lo que después podría ser la caída de esa moneda como la mediación monetaria central a nivel mundial.

– Una de las sanciones más anunciadas e impactantes fue la desconexión de parte de los bancos rusos del sistema de pagos internacionales Swift. Esto ha llevado al país a buscar nuevos mecanismos financieros ¿es posible que este conflicto abra paso a un sistema monetario internacional con múltiples monedas?

– Como mencionaba, Rusia desarrolló un sistema de pagos internacionales, el SPFS en 2014, y también lo hizo Europa con el IBAN. Pero creo que la amenaza principal, por lo que implica como gran potencia emergente y expresión de un conjunto de tendencias contrahegemónicas, es el CIPS de China que fue lanzado en 2015. Es decir que casi al mismo tiempo aparecen estos sistemas que desarrollan poderes emergentes y se abre esta nueva fase del orden mundial, de crisis de hegemonía y disputa.

El CIPS es clave por la importancia sistémica de China: es la principal potencia comercial del mundo; el principal socio comercial de 145 países; alrededor de esa cantidad de Estados forman parte de la Nueva Ruta de la Seda; de los 10 principales bancos del mundo según activos, cuatro son chinos y son estatales; ya lanzó el mercado de petróleo en yuanes, el petroyuan, y varios países productores avanzarían en comercializar en esa moneda como Arabia Saudita.

Y hay que ver si el siguiente paso es la gestación de las condiciones para avanzar hacia un sistema multi monetario o no. No hay una tendencia teleológica necesaria, depende de los resultados de la disputa. Pero el escenario más probable creo que es la construcción de condiciones para que China, que está en ese proceso, avance y el yuan se fortalezca como moneda global.

– Teniendo en cuenta este contexto y la posibilidad de comerciar por fuera del dólar ¿puede representar una oportunidad para América Latina? ¿Qué acciones se podrían tomar para fortalecer la posición de la región en el mercado mundial?

– La crisis de hegemonía y transición de poder es toda una oportunidad para América Latina en varios sentidos. Acá hay algunas iniciativas que fueron desarrolladas hace algunos años en la primera oleada progresista o nacional-popular en el continente, que fue una reacción contra el Consenso de Washington y el mundo unipolar.

Por ejemplo, la idea de comerciar en las propias monedas de los países. Se había avanzado algo en el intercambio de pesos y reales entre Argentina y Brasil. Y la otra cuestión fundamental fue la propuesta del Banco del Sur y una moneda del sur. 

Una moneda regional, permitiría construir poder financiero y monetario propio que le de más soberanía y margen de maniobra a la región. Esto en el marco de construir un polo de poder para participar en este escenario de multipolaridad relativa que se va abriendo. Porque de lo contrario el riesgo es avanzar hacia una mayor periferialización. Esos son dilemas que habría que resolver.

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