El mundo Géneros Jun 26, 2022

Estados Unidos y un viernes negro para el derecho al aborto

Hubo movilizaciones y repudios ante el fallo de la Corte Suprema que anuló la sentencia Roe Vs. Wade que garantizaba la interrupción voluntaria del embarazo en todo el país.
Protesta frente a la Corte Suprema de EE.UU., 25 de junio 2022 | Crédito: Jose Luis Magana

El viernes 24 de junio, la Corte Suprema de EE.UU. decidió dar curso al planteo de revocatoria del caso Roe vs Wade de 1973, derogando el derecho constitucional al aborto voluntario después de casi 50 años de estar en vigencia. Esta sentencia funcionó todos estos años como el paraguas federal que habilitaba el acceso a mujeres y personas gestantes a decidir sobre la interrupción de sus embarazos.

El fallo reciente repone que la Constitución estadounidense “no otorga” el derecho al aborto y en consecuencia le devuelve la autoridad para poder legislar sobre el tema a los representantes electos de cada Estado, habilitandolos a decidir si lo permiten o lo prohíben.

Una de las opiniones concurrentes del juez Clarence Thomas (acusado de acoso sexual) es que a la luz de este fallo se deberían revisar los casos Lawrence v. Texas de 2003, que despenaliza las relaciones sexuales entre personas del mismo género; Obergefell v. Hodges de 2015, que legaliza el matrimonio igualitario; y Griswold v. Connecticut de 1965, que legaliza el uso de anticonceptivos. Si bien este es un voto minoritario, los sectores conservadores ya lo empezaron a usar como argumento para avanzar sobre otros derechos.

Esta avanzada reaccionaria que busca, atacando el acceso a la libertad reproductiva, la autonomía y el derecho a decidir, subyugar el avance que han tenido los movimientos de feministas, es la prueba visible de que usan nuestros derechos y nuestros proyectos de vida como moneda de cambio, en pos de resolver conflictos y/o tensiones políticas.

El aborto como un derecho: implicancias del fallo

Desde que el mundo se anotició del terrible retroceso y crisis del acceso al aborto en EE.UU. a partir de una decisión del sistema judicial, organizaciones feministas y de derechos humanos se han mantenido en permanente estado de alerta a nivel global ya que en diferentes Estados del mismo país el aborto pasó a tener una prohibición absoluta. Así sucedió en Misuri, Kentucky, Luisiana y Dakota del Sur que a pocas horas del anuncio de la Corte, informaron el comienzo de la prohibición a sus ciudadanes. Según el Instituto Guttmacher, serían en total 26 los Estados -más de la mitad- donde será prohibido.

La prohibición conlleva enormes consecuencias ya que los abortos seguirán existiendo pero con estas medidas se pasa de una práctica segura en el sistema de salud a la clandestinidad. La demanda no se va a detener sino que va a agudizar las condiciones de vulnerabilidad de aquellas personas que dependen del sistema de salud para acceder a un derecho. Sin dejar de tener en cuenta el posible aumento de la criminalización y encarcelamientos a quienes decidan abortar y profesionales de la salud que decidan garantizarlo.

Marcha por el derecho al aborto en Washington DC, EE.UU., 14 de mayo 2022

“Socavar la autonomía corporal básica también perjudica la salud, los derechos humanos, el bienestar económico, la libertad y la igualdad de género”, señala un fragmento del documento de Solidaridad internacional de activistas globales por los derechos sexuales y reproductivos.

Es que este dictamen jurídico, que intenta ser aleccionador, demuestra el desprecio que sienten los sectores conservadores por la vida de las mujeres y personas gestantes. Estas decisiones que afectan a millones cristalizan el trabajo mancomunado entre los poderes del Estado, los sectores concentrados y la corporación eclesiástica. 

El aborto debe ser legal en EE.UU. mediante una ley, promovida por ciudadanos electos para representar al pueblo y no depender de un sistema de justicia que por su condición de clase -y multiplicidad de privilegios- sigue obstaculizando el acceso a derechos en toda la región.

Las agendas de las derechas en el mundo

Hace décadas que existen sectores políticos, muchos vinculados a los fundamentalismos religiosos, que ven una amenaza en las agendas de género y diversidad. En los últimos años se produjo una avanzada de proyectos conservadores en el mundo que se refleja en el color de algunos gobiernos de turno, pero también en una contraofensiva que elige con mucha claridad quiénes son sus enemigos. Desde ese lugar surgen los ataques contra “la ideología de género”. 

Esas posiciones parten de discursos que comparan al feminismo con el nazismo, con la conocida expresión “feminazi”, cuando lo que ocultan son los verdaderos intereses que esas derechas representan. Nos acusan de atentar contra “la familia” escondiendo que los feminismos peleamos por la posibilidad de decidir, ponemos en cuestión la maternidad como destino obligado, la heteronorma como única opción de vida, los roles y los estereotipos de género que recluyen a ciertas identidades a lugares pasivos y de sometimiento. Son ellos, por el contrario, quienes construyen discursos odiantes, discursos que amedrentan, y que buscan disciplinarnos. Como dice el informe Cartografía argumentativa de los sectores fundamentalistas/conservadores, de Victoria Pedrido, “donde los feminismos dicen derechos, los fundamentalismos leen imposición; cuando se habla de democracia, leen totalitarismo […] y así la política es interpretada como adoctrinamiento”.

Los feminismos representan, sobre todo en el último tiempo, agendas de ampliación de derechos y, sobre todo, transversales que ponen en cuestión las desigualdades sistémicas y, por ende, al sistema capitalista y patriarcal. Discutir el rol exclusivamente reproductivo de las mujeres y personas gestantes no es únicamente poner en debate el aborto. Implica discutir el acceso a métodos anticonceptivos, la educación sexual integral, y también el acceso al trabajo digno y la autonomía económica. Esto demuestra que los feminismos buscamos la construcción de proyectos políticos alternativos, y que esos proyectos se construyen también con cada paso que damos hacia adelante en la agenda por la igualdad. Son procesos que democratizan, procesos que amplían derechos, no sólo para un sector, sino para la sociedad en su conjunto.

Por eso, el mayor peligro está cuando las derechas logran dar pasos de tanta relevancia como este fallo de la Corte Suprema estadounidense. Una Corte que el día anterior había votado la libre portación de armas. Una Corte que, vale recordar, tuvo la designación de tres miembros -todos conservadores- durante la presidencia de Donald Trump. 

El antecedente latinoamericano y la lucha por el aborto en Argentina

Sin buscar extrapolar este caso ni sobredimensionarlo, es importante poder pensar algunos hechos que pueden servir para tener una mirada global sobre las luchas feministas y el impacto que pueden tener estos retrocesos. Primero, por el que tuvo originalmente el fallo de Wade versus Roe en el continente. O al menos nos toca preguntarnos, ¿qué camino hubiéramos hecho en nuestro país o en países de la región para avanzar en la despenalización o en la legalización del aborto? 

Concentración en el Congreso de la Nación, Buenos Aires, Argentina, 18 de noviembre 2020 | Crédito: Campaña Nacional por el Derecho al Aborto

En Argentina, más allá de la existencia del artículo 86 en el Código Penal desde el año 1921 con los tres causales, el fallo FAL del año 2012 permite sentar un precedente que habilitó la interrupción legal del embarazo en nuestro país. O si pensamos en el Programa de Salud Sexual y Reproductiva, hay que recordar las fuertes luchas feministas por la libertad sexual y el acceso a anticonceptivos de las décadas del ‘60 y del ’70. 

Si hay un ejercicio que los feminismos tenemos en claro es que hay historias de luchas que son parte de nuestro recorrido y que permiten que hoy tengamos las agendas por las que damos pelea y que hayamos avanzado en materia de derechos. Hoy hay aborto legal en la Argentina por los años de la Campaña Nacional, por la Comisión por el Derecho al Aborto, por los Encuentros, pero también por las olas feministas y las fuertes luchas que se han dado a nivel mundial.

El 2018 nos permitió entender que la pelea por la interrupción voluntaria del embaraz era una pelea netamente política, que requería un movimiento organizado y fuerte en estado de alerta y movilización, y representantes que efectivamente representen a sus votantes. El 2020 nos demostró que ese aprendizaje valía, que la presión durante las campañas electorales por pronunciarse a favor o en contra tomaban una significancia aún mayor, y que el protagonismo del movimiento feminista era necesario para que nadie cuestione la prioridad política que debía tener el debate por la legalización en nuestro país. Habíamos logrado el primer Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación, y logramos ganar el derecho al aborto. 

Pero hay algo que tenemos muy en claro, poner en valor el lugar protagónico del movimiento no es simbólico. El empuje que irradió esa lucha a nivel regional, continental e incluso mundial no fue meramente un símbolo; fue mostrar la construcción de una estrategia política que permita ganarlo, no sólo en el recinto, sino en las calles.

Por eso es que tenemos en claro que la fortaleza no está únicamente en los derechos que logramos aprobar en el Congreso, convertir en leyes, sino también en garantizar su implementación y continuidad, y sobre todas las cosas defenderlos para que ningún sector, nos los pueda quitar.

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