América Latina atraviesa una “segunda ola” progresista en este siglo XXI. Más moderada que la anterior, ha logrado penetrar en países que se habían mantenido al margen de la primera como Colombia y Chile. Este último puede, además, hacer un quiebre en su historia al dejar atrás el legado más profundo de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990): la Constitución que estructuró el modelo neoliberal y está vigente desde 1980.
Este 4 de septiembre se realizará el plebiscito de salida -así se lo ha llamado- en el que 15 millones de chilenos y chilenas están llamades a votar por el ‘Apruebo’ o el ‘Rechazo’ al nuevo texto constitucional elaborado durante un año. A diferencia de las elecciones habituales en el país trasandino, en este caso la participación electoral será obligatoria, lo cual añade una cuota de incertidumbre respecto a qué posición tomarán quienes no votan habitualmente. Este número asciende a entre cuatro y cinco millones de personas. A esto se suma que las encuestas, con mayor o menor margen, vienen pronosticando un triunfo del ‘Rechazo’ y que el gobierno de Gabriel Boric no parece estar del todo convencido de su posición a favor del ‘Apruebo’.
Surgida de la enorme movilización popular que sacudió Chile en octubre de 2019 y que habilitó la posibilidad de que el actual mandatario acceda a la presidencia en 2021, esa fuerza transformadora se encuentra hoy ante un punto de inflexión.
Un texto muy atacado y poco defendido
“Desde el año pasado la Constituyente ha estado marcada por una disputa de los sectores más conservadores (la socialdemocracia, la ex Concertación y la derecha) para impedir cambios. Cambios que estaban siendo impulsados por la movilización popular”, comenzó su explicación el periodista chileno José Robredo.
En ese sentido, recordó en diálogo con Primera Línea que desde que se instaló la Convención en julio de 2021 -luego de ser aprobada en un plebiscito popular en octubre de 2020- “ha habido un ataque permanente y procesos de desinformación para generar un ambiente anti nueva constitución”.
“En eso hubo una conjunción de elementos, desde la derecha más retrógrada hasta grupos socialdemócratas que se oponen a cambios importantes como por ejemplo en el sistema político la eliminación del Senado; el establecimiento del derecho al agua que hoy está privatizada; derechos básicos en materia de trabajo, educación, salud, previsión social, reconocimiento de cuidados”, subrayó.
Cediendo a esas presiones, la coalición gobernante firmó a comienzos de agosto un pacto en el que se compromete a hacer reformas en esos puntos claves. Aún sin tener el resultado del plebiscito y saber cuál es la opinión de la mayoría del pueblo chileno.
“La política de los sectores vinculados al ‘Apruebo’ ha sido bastante mediocre y temerosa, sobre todo de los sectores del Partido Socialista (PS) y algunos grupos del Frente Amplio. No ha existido una defensa a pie juntillas del proceso constituyente”, sentenció Robredo. Y analizó que en el gobierno de Boric “la cosa ha sido similar”. “Si bien en un principio vinculó su gestión a la nueva Constitución, es decir que su programa se podía desarrollar a partir de allí, en la medida en que las encuestas empezaron a presentar mayor apoyo al ‘Rechazo’, comenzó a renunciar al proyecto constituyente originario y terminó cediendo ante los grupos de la socialdemocracia -la ex Concertación-, que son parte del gobierno”, cuestionó.
En ese sentido afirmó que la posición del Ejecutivo “ha sido bien tibia a la hora de enfrentar el proceso de defensa de la nueva Constitución” y recordó que “Gabriel no sería presidente sin el 18 de octubre”, en referencia a las manifestaciones de 2019.
Un gobierno cada vez más al centro
Estas actitudes de un gobierno progresista o de izquierda pueden llamar la atención si solo se leen los grandes titulares de algunos medios de comunicación. Sin embargo, para quién venga siguiendo el derrotero de la presidencia de Boric resulta menos llamativo.
A pesar de la radicalidad callejera que abrió un proceso político inédito en la historia chilena y fue la condición de posibilidad para que una coalición de izquierda acceda al gobierno, el actual mandatario ha sido extremadamente cauto y hasta conservador en algunas posiciones.
“El Frente Amplio y el Partido Comunista dejaron de tener una incidencia importante en el gobierno, y hoy los grupos vinculados a las secciones más socialdemócratas del PS -ni siquiera al bacheletismo [NdeR: se refiere a quienes se referencian en la ex presidenta Michelle Bachelet], sino viejos cuadros de ese partido- son los que controlan el gobierno”, analizó Robredo. Y adelantó que “post plebiscito va a haber un cambio de gabinete profundo, donde probablemente los sectores más de izquierda van a verse poco beneficiados y van a quedar fuera de los espacios de decisión política importante”.
Sin ir más lejos, la última semana el Ejecutivo acordó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un desembolso de 18.500 millones de dólares. Un acuerdo que, como todos los que establece el FMI, condiciona los márgenes de acción política estableciendo parámetros neoliberales para la gestión económica.
No obstante esto no es nuevo en Chile y poco cambió con el nuevo gobierno. La designación del ortodoxo Mario Marcel frente al Ministerio de Hacienda y las repetidas afirmaciones de Boric de que iba a tener una política fiscal “responsable” se han visto reflejadas en la administración. Incluso le valieron los elogios del portal financieron Bloomberg que, en un mismo movimiento, se sumó al ‘Rechazo’ a la nueva Constitución ya que implicaría un aumento del gasto por todos los programas sociales que propone.
A esto hay que sumar la política exterior del gobierno chileno, alineada con la doctrina estadounidense que -a los fines de evitar una mayor integración latinoamericana- plantea que la dicotomía está entre “democracia y autoritarismo”, relegando a un segundo plano los proyectos políticos específicos y la soberanía de los Estados. En una entrevista brindada a la revista estadounidense Time el presidente Boric fue claro al respecto: “Creo que las derivas autoritarias que han existido a la izquierda han hecho mucho daño no solamente a la idea de la izquierda sino también a sus pueblos. Por lo tanto, soy en primer lugar demócrata”.
La esperanza está en el pueblo
A pesar de todo esto, el resultado de este domingo 4 de septiembre no está marcado de antemano. El cierre de campaña del ‘Apruebo’ fue masivo y, hasta que se dejaron de hacer encuestas (la ley chilena las prohíbe en los días previos a la elección), la distancia se venía reduciendo.
“El ‘Rechazo’ obtuvo alta energía electoral durante los primeros cuatro o cinco meses de este año, en la medida en que se iba escribiendo la Constitución e iban generando una cantidad de fake news importante”, historizó Robredo. Pero una vez entregado y presentado el texto final en julio, “había certezas con las cuales refutar al ‘Rechazo’ y eso le hizo perder energía electoral”, agregó.
Asimismo el periodista destacó que “esta pérdida de energía coincide con actos muy masivos del ‘Apruebo’ como el de este jueves en el centro de Santiago donde se juntaron entre 250 mil y 300 mil personas”.
¿Qué pasa después del plebiscito?
Formalmente el triunfo del ‘Apruebo’ supone el reemplazo de la vieja Constitución de Pinochet por la nueva redactada por la Convención, mientras que la victoria del ‘Rechazo’ implica que se mantenga el texto actual. Está claro que una u otra opción no es lo mismo para el país, pero sea cual sea la que se imponga, tampoco clausurará los debates.
“Chile decidió en el plebiscito de octubre del 2020 tener una nueva Constitución. Y decidió que esa nueva Constitución tenía que ser escrita por un órgano especialmente electo para ese fin. Y ese mandato sigue vigente. Si eventualmente llegara a ganar el ‘Rechazo’, que es legítimo, hay que continuar con ese mandato del pueblo”, sostuvo Boric en la entrevista con Time, antes mencionada. ¿Entonces?
Si bien el planteo es positivo, para Robredo el gobierno “no ha sido claro” en cuál debería ser la composición de una nueva Constituyente. “Solo está claro que va a haber paridad, pero cuotas para pueblos originarios, independientes y las particularidades que tenía la actual no está claro que se repitan, porque el sistema político también está disputando su supervivencia”.
En el caso de ganar el ‘Rechazo’ recordó que ciertos sectores conservadores, “los más duros de la derecha tradicional”, no quieren cambiar la Constitución en absolutamente nada. Pero más allá de ellos “hay dos posturas”. “Una tiene que ver con hacer una serie de reformas a la actual Constitución e incluso tomar el proyecto que dejó Bachelet en su último gobierno y trabajarlo desde el Congreso”, mientras que la otra opción que baraja la derecha y los sectores del ‘Rechazo’ es “convocar una nueva Convención pero con una composición diferente”. En esta se mantendría la paridad pero “se bajaría la cuota para pueblos originarios y se eliminaría la lista de independientes a fin de asegurar la electibilidad de los partidos”. Además, proponen que esa Convención “esté ‘asesorada’ por una suerte de comisión de expertos que vaya ratificando lo que vayan trabajando”.
Los problemas de moderarse por las dudas
Para el periodista chileno casi todos los resultados del plebiscito pueden traer complejidades y dificultades. “Si la votación es muy estrecha, con el país en tensión y crisis desde 2019, eso se va a profundizar porque las posiciones polarizadas se van a fortalecer”, opinó. Asimismo, en caso de que gane el ‘Rechazo’ por un margen relativamente amplio, “es dudoso que la derecha acepte hacer otro proceso Constituyente y como mucho acuerde una serie de reformas”.
En caso que el ‘Apruebo’ gane por amplia mayoría, “pone en gravísimos problemas al gobierno porque el acuerdo de reformas [anunciado antes del plebiscito] perdería asidero, mientras que si el ‘Apruebo’ gana por un margen más pequeño, el gobierno tiene más chances de poder reformar”. Finalmente la derrota del ‘Apruebo’ o que resulte ganador por poco, “establece el marco al gobierno para su cambio de gabinete y para poner uno más moderado”.
En ese sentido Robredo concluye con contundencia: «La falta de conducción política dentro del gobierno de Gabriel es el principal problema. En cualquiera de los escenarios estrechos o un triunfo cómodo del ‘Apruebo’, el gobierno y el presidente está en un problema grande porque lo deja en una posición de conducción que no sé si es capaz de resistir”.