Desde 1972 que la Luna espera que la humanidad la vuelva a visitar. Desde aquellas seis misiones Apollo que lograron alunizar, le hemos dado la espalda a nuestro satélite natural. La exploración espacial en los últimos 50 años se enfocó en el avance de sondas no tripuladas a diversos planetas. La exploración tripulada quedó relegada a la construcción de estaciones en órbitas bajas, a no más de 400 km de altura. Para poner esto en perspectiva, la Luna se encuentra unas mil veces más lejos.
Pero en la década de 2010 este enfoque cambió. Desde EE.UU. la nueva estrategia fue la de dejar la exploración de órbitas bajas para las empresas privadas. De esta manera la NASA liberaba su presupuesto, y sobre todo su capacidad técnica y operativa, para planificar y ejecutar misiones más ambiciosas. Así es como nace el programa Artemis que tiene por objetivo regresar a la nación norteamericana a la superficie lunar.
Esta iniciativa cuenta además con socios internacionales tales como Canadá, Japón y Europa a través de sus respectivas agencias espaciales. Detrás de estos esfuerzos estatales hay un sinfín de proveedores en el ámbito privado. Desde los componentes del cohete o los paneles solares de la nave hasta elementos cruciales como los trajes espaciales o el vehículo que se utilizará para alunizar.
Precisamente este último vehículo fue causa de diversas controversias entre los actores privados y la NASA. Es que la agencia espacial estadounidense realizó un proceso de licitación para solicitar propuestas de alunizadores. Tras varios meses de espera, en abril de 2021 la empresa SpaceX del controversial Elon Musk fue declarada la ganadora de la puja y se llevó 2.900 millones de dólares. Blue Origin, empresa del fundador de Amazon Jeff Bezos, fue descalificada del proceso de selección por problemas en su presentación. Esto produjo una serie de litigios y obstáculos que demoraron el avance y adjudicación de los fondos.
La NASA tiene previsto que su misión Artemis 3 se pose en la superficie lunar llevando a dos astronautas en 2025. Esta estimación es extremadamente optimista y la comunidad espacial en general coincide en que con suerte lo logren hacia 2026 o 2027.
De China a la Luna
Del otro lado del Océano Pacífico, el programa espacial chino tiene la mirada puesta en la Luna desde hace tiempo. Su serie de misiones robóticas Chang’e (el nombre de la diosa china de la Luna), han logrado hitos importantísimos, como por ejemplo lograr retornar rocas para su análisis en la Tierra o contar con el primer vehículo robotizado en explorar la cara oculta del satélite natural.
Y en China además cuentan con un programa de exploración tripulada propio, sin dependencias en proveedores o socios externos, como es el caso de Artemis. Este programa acaba de cerrar un increíble 2022 en el cual pusieron en operación su estación espacial Tianwen (palacio celestial). Esta cuenta con tripulación permanente en grupos de a 3 astronautas que se rotan cada aproximadamente 6 meses.
El nombre de la agencia espacial a cargo de estas actividades es la China Aerospace Science and Technology Corporation (CASC). La CASC tiene experiencia en exploración lunar robótica y en exploración tripulada de órbitas bajas. Naturalmente el siguiente paso es combinar ambas y llevar a sus ciudadanos a la Luna.
Para ello hace tiempo que están desarrollando un nuevo y poderoso cohete. Uno que sea capaz de trasladar una nave espacial mejorada y a su tripulación hasta nuestro satélite gris. Este cohete pasó por distintos nombres extraoficiales durante su desarrollo. Cabe destacar que la CASC es muy escueta en cuanto a su estrategia para compartir información. Es por eso que fue todo un revuelo cuando la agencia montó una muestra para dar a conocer su nuevo vehículo ante el mundo.
El cohete se llamará Chang Zheng 10 (larga marcha 10) o CZ-10 y tendrá un aspecto similar a un Falcon Heavy por contar con 3 núcleos unidos entre sí. Cada uno de ellos llevará 7 motores alimentados a kerosene y oxígeno líquido. La CASC tiene previstos los primeros lanzamientos del CZ-10 hacia el año 2027 y, si todo marcha bien, un intento de alunizaje tripulado hacia el 2029.
Este plazo es en principio más lejano que el que prevé la NASA para Artemis 3, pero hay que tener en cuenta la complejidad de las misiones. Es que para una misión tripulada, la CASC estima lanzar dos CZ-10: uno para llevar la nave con sus tres tripulantes y otro para llevar el alunizador. Estos vehículos se encontrarán en órbita lunar. Esta operatoria es algo compleja, pero relativamente sencilla en comparación a la modalidad que tiene previsto el programa Artemis.
Tal como en el caso chino, del lado de la NASA las misiones contemplan enviar a la tripulación por un lado y al alunizador por otro. Pero el alunizador de la NASA será un enorme vehículo Starship de SpaceX que requerirá ser llenado por varios cargueros de combustible mediante transferencias en órbitas bajas terrestres. En otras palabras, la nave de Elon Musk es tan pesada y requiere tanto combustible que lo utiliza todo para llegar a órbita y luego debe ser repostada en el espacio antes de emprender su viaje a la Luna. Esta operatoria de transferencia de combustible en órbita jamás se intentó y es uno de los factores que hacen creer que la misión Artemis 3 se demore incluso hasta la próxima década.
En cualquier caso, nos esperan 5 años de actividad frenética con preparaciones para ver quién llega antes a la Luna. ¿Será acaso Estados Unidos con su complejo sistema de socios y proveedores privados aunque con mayor experiencia y poder de innovación? ¿O será el naciente programa espacial chino, sin quizás tanta experiencia pero una alineación vertical mucho más conducente hacia lograr metas en plazos ajustados?