El 12 de octubre del 2021, Mariela Paz Izurieta, ingresó a un terreno baldío en el barrio de Almagro que siempre había visto con atención y curiosidad. Debido a la altura de su fachada -el frente de una casa antigua con ventanas cubiertas de ladrillos y encima de estos una valla publicitaria- se le había hecho imposible, hasta entonces, poder ver su interior. Una noche “esa valla se golpeaba”, según nos contó en una entrevista. Bajó con su celular y su cámara para acercarse a mirar. Una vez cerca, empujó esas vallas y lo que vio cambió su mirada para siempre.
Mariela relató que apenas ingresó al terreno pisó una flor. Además, agregó que al mirar hacia adelante sin mirar el suelo implicó observar “paredes de ladrillos cubiertas por enredaderas, tacos de reina, colibríes que anidaron en los muros, abejorros enormes, abejas, mariposas, troncos de árboles talados aún en pie cubiertos por hojas nuevas, una estructura arquitectónica derruida y tomada también por la enredadera y por las flores, frutos silvestres y frutillas creciendo por lo bajo”. Lo que durante muchos años fue una fachada cubierta de publicidades tenía, sobre todo, movimiento agitándose en su interior.
Mariela es parte del equipo multidisciplinario Relieve, un colectivo que propone redescubrir los espacios verdes de la ciudad para ponerlos en valor, habilitar su articulación con el espacio público para su posterior circulación. En este caso, se trata de un terreno público en desuso ubicado en la calle Acuña de Figueroa 981 que es, según sus palabras, “la ferviente manifestación espontánea de fauna y flora que presenta el valioso patrimonio ecológico y natural de la Ciudad de Buenos Aires”. Según sus investigaciones, desde hace 30 años el terreno descubierto en 2021 se encuentra en desuso y a la venta.
¿Qué imaginamos que puede existir donde hay un terreno baldío? ¿Está vacío? En este caso estaba todo hecho: era una reserva ecológica sin ningún tipo de intervención del ser humano. Sin embargo, las preguntas no dejaron de surgir: ¿qué hacer con el espacio? ¿Cuidarlo? ¿Dejarlo ser? ¿Y si alguien ingresaba y destruía todo lo que naturalmente se había hecho? ¿Qué sucede con los terrenos ociosos? ¿Y la inmobiliaria qué? Por lo tanto, el colectivo Relieve inventó su causa: proteger ese páramo, su flora y su fauna, e intentar liberarlo de su triste y posible destino, un proyecto especulativo más en la ciudad.
La ciudad en la que vivimos
La Ciudad de Buenos Aires, según datos oficiales de la Dirección General de Estadística y Censos, tiene 6,7 metros cuadrados de espacios verdes por habitante. Si bien no existe un estándar internacional definido al respecto, hay recomendaciones que configuran un espectro mínimo: entre 10 y 15 metros cuadrados de espacios verdes por persona para considerarla saludable. Rosario, para establecer un ejemplo, tiene prácticamente el doble que la capital del país.
Según el Observatorio del Derecho a la Ciudad, es necesario definir qué es un espacio verde y para considerarlo como tal hay que cumplir una serie de condiciones: lo primero es que sea de acceso público; lo segundo, que el suelo sea absorbente, es decir que el agua de lluvia pueda filtrar y llegar a las napas; la tercera y última condición es que debe ser verde. Solo como ejemplo, la Plaza Houssay, que está en frente de la Facultad de Medicina de la UBA, es considerada por el Gobierno porteño un espacio verde aunque no cumple con dos de sus tres condiciones porque hay mucho más cemento que verde y eso no permite que el agua llegue a las napas subterráneas. Un ejemplo prácticamente similar es Plaza Miserere.
La Ciudad de Buenos Aires tiene menos de la mitad de metros cuadrados de lo que sugiere el estándar internacional, y como mostramos en una nota previa, el Poder Ejecutivo local incluso “contabiliza como espacios verdes públicos a patios enrejados con macetas, superficies de cemento bajo las autopistas, bulevares casi sin vegetación y plazoletas en su mayor parte cementadas”.
Un proyecto, varias preguntas y una definición
Con estos datos no cabe duda de que el proyecto en el que trabaja el colectivo Relieve es fundamental; no sólo por los números antes mencionados, sino porque parte de una curiosidad, varias preguntas y una definición de cómo preservar el ambiente. El colectivo propone una tipología novedosa con respecto a lo que el Código Urbano establece para caracterizar al espacio: micro reserva urbana. El objetivo es preservar y potenciar la riqueza que se da de manera espontánea en este terreno que, explica Mariela, “nos pertenece a todos, al menos simbólicamente, porque es un terreno de nación”.
Es un terreno que, además, está en desuso desde hace tanto tiempo que ha propiciado una enorme variedad de flora y fauna y se regula y sustenta por sí solo sin ningún tipo de tarea de mantenimiento. Esto hay que estudiarlo y es parte de los objetivos a corto plazo del equipo Relieve, aunque también los objetivos son a largo plazo: que el Código Urbanístico incluya el inexistente modelo de micro reserva urbana para que distintos profesionales de áreas diversas continúen con tareas de preservación y acompañamiento de lo que ahí nació. A lo largo de estos años han realizado muchas acciones para acompañar la potencialidad que el predio naturalmente ofrece. Entre otros reconocimientos, en julio del año 2023 recibieron el Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires como proyecto de interés cultural.
Todo esto está en riesgo hoy. El terreno sobre el que se trabaja y se piensa ingresó en una lista de bienes del Estado que serán sujetos a remate. Un pulmón verde en la comuna con menos metros cuadrados por persona de Buenos Aires, “que no va a tener ninguna injerencia en ‘sanar’ las cuentas del Estado. Y sería vendido por ¿cuánto? ¿para qué? ¿para quiénes?”, se pregunta Mariela.
Hay muchas enseñanzas que este proyecto nos da, pero hay una que es importante poner en valor: ¿qué miramos cuando miramos la naturaleza? Y sobre todo a qué miramos. Nutrir y multiplicar el debate, agrega Mariela, que se “está dando alrededor del habitar, de nuestro vínculo con la Naturaleza, de la apreciación de estas manifestaciones de flora y fauna en coexistencia o por sobre la construcción humana” es fundamental para seguir construyendo cultura ambiental en la Ciudad de Buenos Aires.
Nos ocupamos de Vaca Muerta, del Litio en Argentina, de los agrotóxicos, nos ocupamos del modelo de depredación ambiental en el que estamos sometidos. Sin embargo, el proyecto del colectivo Relieve nos enseña, entre otras cosas, a cambiar la mirada. Si vemos las veredas al caminar por la ciudad, no hay que hacer mucho esfuerzo para ver que hay algunas fisuras por las que crece verde. En un lugar impensado porque es puro cemento, lo verde ahí aparece. La naturaleza siempre se abre paso y se puede manifestar por sí misma.
Este proyecto es la prueba más grande de eso y de la importancia de preservar y potenciar lo que ya está, en lugar de deteriorar como hacemos habitualmente. Proyectos como este, que son necesarios y fundamentales, nos enseñan todos los días la importancia de ver a nuestro alrededor de otra manera, incluso en las grandes ciudades porque siempre algo vamos a encontrar si estamos atentos y levantamos (o bajamos) la mirada.